Una política construida con madera mala y podrida

Cuando un mueble se construye con madera de mala calidad, que se rompa no causa sorpresa. Puede causar bronca, incordio y hasta sobresalto en el momento que ocurra. Pero el hecho de que cruja, se agriete y finalmente se rompa es totalmente previsible. De la misma manera, la política argentina, hecha de una madera moral, ética y profesional de malísima calidad, tarde o temprano se termina astillando y quebrando. Algunos episodios conmocionan más que otros. Pero su estructura decadente está siempre rechinando. Es lo que sucedió con el diputado nacional por salta Ameri. Conmociona y es grave. Pero no deja de ser un 

El bochornoso episodio de la última sesión de la Cámara de Diputados de la Nación es el emergente de un sistema político decrépito. Un suceso indignante y que escandaliza, pero totalmente esperable. Como cuando lo que se quiebra es la pata de una silla, causando un enorme susto a quien estaba sentado. Aunque supiera que eso podía ocurrir de un momento a otro, porque la estructura estaba enclenque y a punto de colapsar.

Solo bastó que el legislador salteño develara por error el desprecio y nulo respeto que tenía por su labor parlamentaria, para que se conociera en detalle y con profundida la madera de la que estaba hecho: mezcla de barrabrava y militante, legislador de una provincia en la que vivió menos de un tercio de su vida, expulsado de varias agrupaciones poíticas y con una intolerable cantiad de denuncias por acoso sexual. Conmociona, sí. Sorprende, no.

Tristemente, el de Ameri es un bochorno más en la lista de un Congreso en el que Graciela Camaño, entonces presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales, le pegó una trompada a su colega Carlos Kunkel durante un reunión comisión, Carlos Menenm sigue siendo senador por su provincia a pesar de tener varias condenas por hechos de corrupción y José Alperovich, denunciado por abuso sexual, goza de una licencia.

Lamentablemente, esa degradación no es para nada atributo exclusivo del Congreso, ni de la política nacional. La bajísima ética, moral y profesionalismo están en la genética de una clase política constituida por actores  que llegan a sus funciones gracias a un montón de factores que poco tienen que ver con la honorabilidad o la capacidad.

En Catamarca se puede citar el ejemplo actual del intendente Enrique Aybar que, estando condenado por abuso, continua en sus funciones como máxima autoridad municipal en el pueblo donde vive la víctima y su familia. O el antecedente de Daniel Poltí, es intendente de Recreo, que ejerció y hasta fue reelecto en el cargo estando procesado y luego condenado por causar la muerte de una joven en una maniobra abortiva ilegal. 

Los ejemplos sobran. No solo ejemplos del degradado código moral de los actores reflejado en su conducta. Sino también de un sistema político decadente, que abandonó sus mecanismos para resguardar la calidad moral y ética de las instituciones. Indolente, permisivo e indulgente en los procesos de selección y de control. Una política en la que la mayoría de sus actores se preocupa más por demostrar que no ha cometido un delito, por temor a sus consecuencias, que de mantener su honorabilidad impoluta. “No cometí ningún delito”, se defendió Ameri. “La gente me vota”, se excusó Polti. Inmoral, sí. Degradado, tal vez. Antiético, tambíen. Pero válido, mientras no sea un delito. 

En el grotesco caso de Ameri, la notoriedad y el bochorno del acto disparó la reacción del sistema político. El mismo sistema que permitió que una persona reiteradamente denunciada por hechos de abuso llegará a ocupar una banca en el Congreso. O que Aybar continúe en funciones. Sistema regido por una doble moral y una gran cuota de cinismo, que se acomoda a conveniencia. Otra característica de una estructura viciada.

El estruendo del mueble construido con madera podrida que repentinamente se rompe puede sobresaltar. Los Ameri que dan vergüenza ajena con sus papelones, pueden conmocionar. Pero van a seguir surgiendo, porque no son más que la consecuencia inminente de una estructura deteriorada moral y éticamente.

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