Una década sin dar el brazo a torcer

El Estado termina de “aportar” casi 150 millones de pesos más para que PRODUCAT, la fabulosa creación de Lucía Corpacci, pague sueldos. Es dinero público que pasa a la “sapem” (sociedad anónima con participación estatal mayoritaria), un eufemismo por una creación estatal, que funciona con dinero estatal, administra el Estado, tiene empleados que cobran del Estado… y lo único “privado” es que no rinden cuentas de lo que hacen.

Los PRODUCAT, presentados como la octava maravilla, eran fábricas creadas por el Estado para venderle al Estado, que en teoría iba a comprarle a esas empresas lo que siempre compró afuera de la provincia, con lo cual en poquito tiempo iban a llenarse de plata y a desprenderse del Estado; en un círculo virtuoso porque dejaba de salir plata de la provincia para comprar cosas que podían hacer acá.

En los hechos, los PRODUCAT son un agujero negro donde se pierden fortunas, porque el Estado lleva una década alimentando esos pozos sin fondo que se comieron miles de millones y no generan plata ni para pagar los sueldos.

Nueve años ya, casi una década. Y no hubo una voz que le se levantara para decir “Che, esto no está funcionando”.

¿Terquedad extrema? ¿O es cómodo tener siempre a mano una forma de desviar fondos públicos sin que nadie pregunte demasiado en qué se gastan?

Se inventaron un montón de empresas estatales con la promesa de generar trabajo, apuntalarlas al comienzo y que se mantengan solas. No funcionó ninguna: ninguna. Están llenas de denuncias. Son aspiradoras de presupuesto oficial y un filtro para no rendir cuentas. AICAT, CAMYEN, PRODUCAT, el Canal de TV, etc. Puras pérdidas y despilfarros. Ninguna se sostiene sola, pero las siguen sosteniendo sin rendir cuentas. No hay números claros, no hay balances públicos, no hay rendición de cuentas. Ni a los legisladores les muestran los números. Y ni siquiera funcionan.

Pero siguen y siguen… entonces a alguien les sirve.

A comienzos de 2019 diputados de la oposición le pidieron una audiencia al presidente del Tribunal de Cuentas para ver si ahí tienen alguna pista del destino de los millones y millones que se chupan estas empresas. Siempre auxiliadas, siempre asistidas, siempre ayudadas, díganle como quieran: el Estado las banca y ninguna se sostiene, mucho menos da ganancias. Todas fueron un fracaso rotundo, pero en lugar de aceptarlo, el Gobierno inventa cada vez más empresas. ¿Por qué? ¿Qué ventajas le da? A la gente ninguna. A los funcionarios, ya lo dijimos, parece que muchas: plata dulce.

Los diputados del FCS querían una audiencia “a los fines de conocer los resultados de la rendición de los fondos públicos que administran las empresas privadas con participación del Estado provincial”.

¿Qué lograron? Nada. Nadie responde. El mecanismo sigue en pie. Y paciencia no faltó… nadie pretendía que las empresas funcionaran al tercer mes. Pero casi una década después, ¿en qué se transformaron? ¿En un pozo ciego o en un lavarropas?

El Catucho.

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