El gobierno designó a Roberto Brunello como ministro de Cultura, toda una declaración de principios del gobernador Raúl Jalil, que ubica la actividad cultural exactamente donde cree que debe estar.
Brunello es un conocido y respetado emprendedor local, vinculado a la gastronomía, la hotelería y el turismo. Irreprochable, pero en todo caso tendría que haber sido designado al frente de un ente para promover el turismo, actividad que conoce muy bien.
Que aparezca como máxima autoridad catamarqueña en Cultura es un desatino que debe haber amargado a quienes dedicaron su vida a estudiar en esta materia.
Escultores, pintores, escritores, músicos, bailarines, artesanos, todos dependerán ahora de políticas pensadas con un sello empresarial, que nada tiene que ver con la promoción de artes plásticas, literatura o formación académica.
Se mantiene la incongruencia de las designaciones en un gobierno caracterizado por despreciar trayectorias y conocimientos, como una abogada en Educación, etc.
Queda claro que la mirada limitada de esta gestión se circunscribe a la recaudación y administración de fondos, y todo lo demás es como un trámite irrelevante. Pongamos a cualquiera en deportes, en cultura, da lo mismo.
Por estas cosas Catamarca lleva décadas en las que solo crece en empleo público, y no desarrolla ninguna faceta que permita progresar. Nunca se instaló turísticamente, nunca despegó deportivamente, y sólo trasciende por esfuerzos individuales y aislados.