¡Ah, quién pudiera ser diputado para faltar al laburo cuando se le dé la gana! Porque para cualquier hijo de vecino, para los ciudadanos de a pie, una inasistencia laboral es un enorme trastorno. Y hasta tiene consecuencias económicas. Pero para los legisladores… no, no. Para ellos no. De hecho, sin ir más lejos, hoy, el bloque completo del FDT volvió a faltar a la sesión y no les pasa nada.
Si, así de fácil. Sin más, comunicaron que estaban en otro lado y haciendo otras cosas que la que su función pública, representativa y delegada le demanda, y no fueron al recinto donde la sesión de los miércoles y los diputados de los demás bloques los esperaban. Y como son mayoría, no hubo quórum y no se sesionó.
Para un fulano o un mengano, ausentarse del trabajo, aun con causas justificadas, puede ser un verdadero dolor de cabeza burocrático. Por ejemplo, si está enfermo, tiene que ir al médico para conseguir un certificado, lo que probablemente le demande pasarse toda una mañana en la sala de espera indispuesto y perdiendo el tiempo de descanso que necesita para mejorarse. Sin contar que una consulta médica demanda, en casi todos los casos, el pago de una orden. Por lo que, no solo pierde tiempo, sino también dinero.
Ni que hablar de que en muchas actividades y convenios de trabajo se estipulan que una parte del sueldo se gana con la asistencia total, sin importar la seriedad ni la gravedad del motivo de la falta. En montos que pueden ir hasta un 10% del total del salario. Por ejemplo, los docentes perciben un concepto, anteriormente llamado FONID, que solo se paga si hay asistencia perfecta.
A esto hay que sumarle la burocracia que obliga muchas veces a que el trabajador indispuesto recargue a familiares con tareas como llevar el justificativo y completar los trámites administrativos.
Pero, el varadero quien pudiera, los diputados no reniegan con nada de eso. Ni descuentos, ni trámites, ni certificados. Porque, de hecho, ni siquiera tienen que justificar ni explicar demasiado. Mucho menos, probar la veracidad ni defender la validez de los motivos de su ausencia.
Si hasta las licencias se las aprueban entre ellos a mano alzada y a veces simplemente a pedido de un colega solidario que avisa, en plena sesión, que tal o cual legislador no va a asistir porque… poco importa el porqué. Nunca nadie lo va a revisar, discutir o rechazar. Levantan la mano y… “aprobada” la licencia.
Empiezan a trabajar en mayo y tienen en la agenda semanal tareas que demandan apenas algunas horas de presencialidad; las reuniones de las comisiones en las que participan y la sesión de los miércoles, donde solo se les pide asistir, aunque se mantengan en la más escandalosa pasividad. Porque no tienen demanda de productividad, como el operario de la fábrica, ni cobran por objetivos, como el empleado de comercio.
Aún así, con todas esas concesiones y comodidades, se dan el lujo de no dar quórum. En el caso de la sesión de hoy, dicen que es porque le andan esquivando el bulto al tratamiento de algunos asuntos que incomodan al Gobierno y sobre los cuales, ante la pobreza de argumentos, mejor evitan discutir con la oposición. Así que mejor se mandan todos a mudar, o se quedan en su casa y mandan una nota avisando que no van al recinto porque están ocupados con “tareas territoriales”, las que podrían hacer en cualquier otro día de la semana o en la tarde del miércoles. Muy cómico… contame otro.
¿Se imaginan al albañil decidiendo no ir a la obra porque ese día llegan los camiones con materiales y no tiene ganas de hacer la descarga? ¿O un abogado faltando a una audiencia porque no tiene ganas de preparar el caso? Bueno, algo así hacen los diputados. Ah, eso sí… a fin de mes, la dieta, completita. Nada de descuentos en los sueldos millonarios, porque los derechos de estos laburantes son sagrados.
El catucho