“Todo es relativo”, concluye en resumen la revolucionaria teoría de Albert Einstein. Incluso el tiempo, que transcurre en diferentes velocidades según donde se encuentre el observador. Por ejemplo, no es lo mismo estar en la Tierra, con una gravedad relativamente baja, que en un planeta de gran densidad y un fuerte campo gravitacional. Así como varía el tiempo según si sos Dalmacio Mera o un docente, un empleado público o un hijo de vecino.
Si, así de literal. Porque, aunque parezca mentira, en el inconmensurable universo del Estado catamarqueño, el tiempo se deforma de manera asombrosa, generando que en algunos casos los plazos administrativos se estiren “ad aeternum” o agarren una celeridad que da vértigo. Siempre dependiendo, claro está, de si estás en la constelación de las estrellas, en la órbita del círculo rojo, o sos un triste empleado, peón del sistem, ciudadano de a pie, que anda flotando perdido en la inmensidad de la burocracia.
Un caso de estudio es el de inminentemente flamante Defensor del Pueblo, Dalmacio, quién siempre tuvo la curvatura espacio- tiempo tan a su favor, que cuando algo se acerca a su zona de interés, fuye con una velocidad pasmosa, casi antinatural para el agujero negro del sistema asministrativo burocrático del Estado.
Miren, para ilustrarlo, el llamativo fenómeno que se produjo con la defensoría del pueblo, creada en 2011 por la Ley 5337, que quedó boyando a la deriva en la nebulosa de instrumentos que se aprueban porque sí, y de repente, cuando entró en la posición gravitacional del ex ministro de Educación, pegó una acelerada que dejó a todos atónitos.
Catorce años pasaron, según el reloj de los simples mortales, desde que la ley se aprobó, no habiendo en todo ese tiempo ningún avance más en absoluto para su reglamentación e implementación. Hasta que el funcionario perpetuo, cansado ya de renegar con los docentes, empezó a buscar un remanso en el que encontrar sosiego y vió allí la poltrona perfecta. ¿Que lo burocrático iba a ser un impedimento o a postergar su deseo? Qué va, si en el planeta Mera la celeridad para acceder a cargos va palo a palo con la velocidad de la luz.
Bueno, exagerando un poco. Que no es tan así. Ya hace 40 días que está esperando. Desde el 30 de abril que se modificó la ley con el oportuno Decreto Acuerdo 719 del Poder Ejecutivo, se envió al Poder Legislativo, tomó estado parlamentario en Senadores, recorrió todo el laberinto de plazos y paso, se trató en sesión, se aprobó, se envió a Diputados para que recorra el mismo periplo, hasta conseguir la venia de los escribanos, perdón… diputados. Donde ya tiene despacho de comisión y fecha para que se trate el próximo miércoles. Ni tan mal, no?
Pero “a quien espera, su bien le llega”. Y hoy, Mera ya se ve más cerquita de su nuevo conchabo, porque los senadores, ¡¡¡que hacendosos!!!, ya trabajan en “analizar” el pliego. El decreto todavía no está aprobado, pero se va ganando tiempo. Así, contrarreloj y con celeridad funcionan las cosas para él. Si hasta la Comisión de Asuntos Constitucionales, Peticiones y Poderes de la Cámara de Senadores, lo convocó al ungido de Raúl, para “evaluar” (ja) su postulación como Defensor del Pueblo de la provincia.
Entre una cosita y otra, un par de findes largo que demoren un poco la cosa, seguro que antes de fin de mes está. No era tan difícil. Catorce años de dilación resueltos en mes y chirola. Gracias a la influencia gravitacional del ex senador provincial, ex vice gobernador, ex diputado nacional, ex senador nacional, varias veces ex ministro que modificó el espacio tiempo una vez más… a su favor.
Claro, que no esto no es para todos. No, no. Si usted es docente, los tiempos para lograr las altas en el cargo o para que le empiecen a liquidar los sueldos se estiran como chicle hasta niveles casi kafkianos. Como se dilatan de forma desesperante los plazos de autorizaciones en la OSEP, o los trámites en Defensa del Consumidor o cualquier gestión que tenga que hacer alguien que no se llame Mera o tenga un apellido de estos ilustres. Porque el tiempo es relativo, y a todo el resto de los mortales que necesiten diligencair en el Estado catamarqueño, se los chupa un agujero negro.
El catucho