Textilcom, la Encata de Jalil

Un día, en febrero de 2011, vino Cristina Kirchner a Catamarca y armó un tremendo acto en Encata, presentándola como el éxito de un programa de recuperación de fábricas.

El acto tuvo alto impacto, y no sólo sumó para Cristina, sino que fue el impulso perfecto para que Lucía Corpacci ganara la gobernación: con el apoyo de un kirchnerismo en su apogeo, terminaron con la hegemonía del Frente Cívico y Social.

Lo que pasó después ya se sabe. Esa apertura fue un circo. La fábrica nunca funcionó.

La empresa catamarqueña que había sido “recuperada” durante la presidencia de Cristina fue rematada pocos años después en la Ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con los edictos de convocatoria para esa operación.

La fábrica Encata, ubicada en el Parque Industrial “El Pantanillo” de Catamarca, fue un símbolo del fracaso y la mentira, pero también de la burla a los trabajadores y al electorado que valoró la recuperación.

La planta estuvo mucho tiempo ocupada por ex trabajadores que se turnaban para preservar las instalaciones y en espera de una solución al problema originado por la falta de la puesta en funcionamiento.

Cristina había usado el caso en plena campaña electoral para reinaugurarla como una “fábrica recuperada” que se dedicaba a las impresiones flexográficas, etiquetas que se colocan en los envases de diversos productos.

El caso se fue apagando. Resurgió por momentos con un informe del finado Jorge Lanata, pero quedó en la nada, como un mal recuerdo.

Hoy a Raúl Jalil le pasa lo mismo con Textilcom, con algo más grave: dos veces el Gobierno, o sea el Estado, o sea con tu plata, auxilio a empresarios, y las dos veces hicieron lo mismo: agarraron la plata y se fueron, y dejaron a todos en banda.

Cuando cerró Textilcom, todos apuntaron al Gobierno provincial, que le había puesto mucha plata a la empresa. Y resultaron ser tránsfugas que se fueron.

El Gobierno amagó primero a decir que era un problema privado, pero terminó haciéndose cargo y volvió a poner fortunas para que los despedidos quedaran en manos de otros empresarios. Era la misma fábrica, cólo que en vez de Textilcom le pusieron MOM, y allí fueron los despedidos.

¿Y qué pasó ahora? Los de MOM hicieron los mismo. Se quedaron con el dinero que les dio el Gobienro y despidieron a todos… ¡Por segunda vez!

¿Tontos o corruptos? No se sabe. Pero lo de este gobierno es un papelón único, comparable o superior a la estafa de Encata.

La pobre gente que quedó sin trabajo es la gran víctima de la inutilidad. Y el dinero que le pasa el Gobierno a estos “empresarios”, bueno, sería un tema interesante para el Tribunal de Cuentas, si ese organismo no fuera un aguantadero de amigos vivillos.

El catucho