Tarek William Saab es uno de los cinco jerarcas más importantes del régimen de Venezuela. Junto a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y el generalísimo Vladimir Padrino López, sostiene la estructura del país comandando la Fiscalía General desde hace más de siete años.
Por sus manos se tejen las estrategias legales del Palacio de Miraflores. Todos los casos de opositores molestos terminan en su despacho. Es quien emite las órdenes de captura y quien sabe dónde está cada detenido dentro del territorio. Mucho más aquellos de alto perfil. Conoce a la perfección, por ejemplo, el paradero del gendarme argentino Nahuel Gallo, detenido en la frontera con Colombia el pasado 8 de diciembre. Pero lo mantiene bajo siete llaves.
Saab se niega a conceder la locación exacta del agente que ingresó a Venezuela para visitar a su esposa e hijo. Cree que, pese a estar aislado y sin contacto consular, sus derechos fundamentales son igualmente respetados.
Dice -para justificar su posición- que Gallo forma parte de un complot internacional para cometer un golpe de Estado o un magnicidio. O todo eso junto. Que es un espía. O un mercenario. Pero al mismo tiempo, llamativamente, Saab reconoce que su país realiza tareas de inteligencia en otras naciones y que así supo del presunto accionar del gendarme nacido en la provincia de Catamarca y detenido cuando cruzó con documentos en mano por Táchira.
También defendió el asedio a la embajada de Argentina en Caracas. “Difunden información subversiva sediciosa para derrocar un gobierno legítimamente constituido”, lanzó.