Será cosa de los argentinos, de los catamarqueños, vaya a saber. Pero hay mucha histeria en esa personalidad colectiva que nos distingue. ¿Se podrá hacer terapia psicológica grupal? Difícil, pero veamos. Ningún invento, son todas cosas que pasan en este lindo país:
– A las 21 se aplaude al personal de Salud por su lucha cuerpo a cuerpo contra el coronavirus… pero escrachan, amenazan de muerte y quieren echar de edificios y barrios al personal del Salud porque pueden “contagiar” el coronavirus.
– Miles y miles de catamarqueños se atienden en otras provincias por problemas médicos, buscando mejor atención… pero si se sugiere que Catamarca puede recibir enfermos de otras partes se pone el grito en el cielo.
– Nos quejamos del pésimo servicio de teléfonos celulares y reclamamos que haya mejor inversión… pero si nos instalan una antena de celular cerca hacemos manifestaciones y reclamos para que la saquen.
– Nos quejamos del populismo y la intervención estatal… pero averiguamos rápido cómo hacer para cobrar el IFE y sacar los créditos a tasa cero del Gobierno.
– Subimos hermosos mensajes y fotitos a Facebook contra la discriminación… pero nos molesta que un morochito venga a molestarnos pidiendo cosas cuando estamos en un bar.
– Nos quejamos de los accidentes de tránsito… pero hablamos por celular mientras manejamos y estacionamos donde se nos da la gana.
– Nos quejamos del Estado que gasta fortunas en ñoquis… pero hacemos la gestión para ver si nombran a un familiar nuestro.
– Nos quejamos del mal nivel de la educación… pero le hacemos las tareas a nuestros hijos y protestamos si la maestra manda mucho.
– Nos quejamos de los camioneros que entran desde otras provincias… pero nos volvemos locos si faltan cigarrillos o cualquier otro producto.
– No quejamos del mal servicio de luz… pero arreglamos con el electricista para que el aire acondicionado no se conecte al medidor.
– Nos quejamos de los políticos y cantamos que se vayan todos… pero el día de las elecciones votamos siempre a los mismos.
La misma conducta puede verse en dos mil cosas más. Nadie hace todo eso, seguro. Pero todos hacemos alguna de esas cosas.
Volver a los principios: respetar para ser respetado, no ver sólo la paja en el ojo ajeno, cumplir las normas, son cosas sencillas que estamos lejos de cumplir.