Sobre el revuelo en la TV Pública

La semana pasada se cerró con un insólito escandalete, que terminó con la decapitación del directorio de la TV Pública provincial, a partir de las quejas en redes sociales el periodista Silvio Iramaín, a quien le levantaron el programa en un arrebato de oficialismo extremo.

Todo empezó con la última reapertura del polémico Estadio Bicentenario, momento en el que Iramaín, en lugar de celebrar, expresó lo mismo que piensa gran parte de la sociedad.

El conductor del programa “Tirame un Centro” dijo lo siguiente: “Me llamó el presidente de la TV Pública de Catamarca y me dijo “se levanta el programa”, “Están re calientes”… Lisa y llanamente me censuran en democracia”, comentó Iramaín en redes sociales.

¿Qué fue lo que había dicho en el programa? Esto:

“El 10 de agosto de 2020 se iniciaban las obras por parte del Ministerio de Infraestructura y Obras Civiles, posterior a un acuerdo judicial con la empresa Capdevilla SA por un monto de 44 millones de pesos, que es lo que se gastó. El Gobierno de la Provincia le reclamaba mucho más dinero que ése a Capdevilla, a través de la justicia. ¿Por qué se llega a un acuerdo? Ese inicio fue en la gestión de Lucía Corpacci. Llega Raúl Jalil, inicia la gestión y se decide cambiar esto y llegar a un acuerdo con la empresa Capdevilla. ¿Por qué? Porque el ministro de Infraestructura y Obras Civiles es Eduardo Niederle. ¿Quién es Niederle? El hombre que tenía que fiscalizar, que estaba al frente de la empresa Capdevilla cuando se hizo el estadio, que después terminó cerrándose.
Lo tuvieron que cerrar porque se hundió una tribuna, no por cualquier cosa, y por serias, muy serias fallas técnicas en la construcción de este edificio. Acá estuvo la Universidad Nacional de Tucumán, intervinieron peritos de la Justicia muy importantes, que dijeron ‘esto está mal hecho’. Niederle tuvo que ver con eso, pero después llega a un acuerdo con Capdevilla, empresa que antes lo empleaba a él, porque era empleado de Capdevilla y hoy ministro de Obras Públicas y dijo ‘no, quédense tranquilos, demen esta plata que me pueden dar y lo demás lo hacemos nosotros’. Porque no se arregló con 44 millones de pesos, esto también tiene que quedar claro, porque es el acuerdo al que llegaron en la Justicia y nada más…”.

Lo irónico es que las personas directamente aludidas, por caso el ministro Nierderle, ni se enteraron del comentario. Pero los chupamedias vieron la oportunidad de lucirse y se pusieron en acción.

Fue así que limpiaron al conductor, según se comenta, con el guiño protagónico de Eugenia Rosales, quien sobrevive en el gobierno pese a su carrera dramáticamente descendente.

La joven que arrancó como ministra y fue bajando escalones por mérito propio, hizo gala otra vez del desmanejo del área de comunicación, permitiendo que un empleado ponga en jaque a toda la estructura.

Así, de un comentario de dos minutos en un programa deportivo local, logró que se armara una bola de nieve imparable. Clubes, periodistas y ciudadanos de todas partes salieron a condenar la censura. Todo se fue de las manos, y como respuesta se anunciaron cambios rápidos.

Fue así que la mejor idea fue colocar al frente del canal a una radical como Guadalupe Segura, hija del abogado que leyó un poema en los alegatos del Caso Morales, y que supo aggiornarse ante la llegada del peronismo al poder.

Eugenia Rosales quedó en la cuerda floja, mientras Iramaín pudo hacer su planteo mano a mano con el flamante ministro de Gobierno Juan Cruz Miranda, gestión más exitosa que la de muchos medios que esperan hablar con Miranda (indirectamente a cargo de Prensa) y siguen en la dulce espera.

Un revuelo que revela desconciertos mucho más grandes y graves, de un área que se maneja bajo siete llaves y en la que, a pesar de la ley de acceso a la información pública, no es capaz de decir cuántos millones gasta ni en qué.

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