Sin equivalencias

Ya pasó poco más de un mes desde que comenzó la campaña electoral para las legislativas del próximo 26 de octubre y hasta ahora, en la contienda proselitistas, hay un monólogo del oficialismo. El Gobierno tiró todo el aparato estatal para inundar el espectro comunicacional con sus actividades dejando al resto de las fuerzas casi muteadas. Un monopolio conquistado a fuerza de una agenda gubernamental arrolladora y concedido por la tibieza de sus oponentes.

 

En el proceso de armado y formalización de propuestas, la hiperfragmentación de la oferta electoral opositora permitía proyectar linealmente una atomización de su potencia electoral. Radicales peleados con radicales y aliados a libertarios; otros libertarios apartados del mileismo con sello, armando su espacio propio; radicales orgánicos con su apuesta; macristas desahuciados buscando contención; los lilitos y lo que queda del envejecida CC-ARI solos en su aventura; etc. Los fragmentos son tantos que la lista se hace tediosa.

 

Se dividieron tanto que perdieron cuerpo y fuerza, agregando complejidad a la ya ardua tarea de contender con un partido gobernante. Sumado a esto, pelearon tanto en la previa que llegaron a la campaña encarnizados entre ellos, descargando entre ellos toda la munición y canibalizando sus segmentos electorales.

 

Más cuesta arriba les puso todo la escasez de creatividad y la reincidencia en variadas fórmulas de probada ineficiencia: denuncias a mansalva por cuanto tema se prestara a elaborar un documento acusatorio contra el Gobierno; el usufructo de causas populares de álgida actualidad, como el tema discapacidad, crisis pediátrica, presupuesto universitario o jubilados; o la reinterpretación com clave electoral de cuanto movimiento político se hiciera. Nada sirvió para ganar un poco más de visibilidad.

 

Enfrente, el oficialismo, con toda la estructura, desplegó una maratónica agenda de actos y actividades institucionales en las que desfilaron con protagonismo sus principales candidatos. Entregas de viviendas y escrituras, inauguración de clubes, rutas, puentes, escuelas, terminales de ómnibus, edificios de salud, espacios públicos, infraestructura energética y otras obras emblemáticas como el Centro de Arte y Tecnología Aplicada o el polideportivo de las 1000  viviendas.

 

Ligado a la casualidad, el Gobierno hasta tuvo la suerte de recibir al Ministro del Interior, Lisandro Catalán, y albergar la reunión de la Mesa Nacional del Litio que, no solo funcionó como estrategía de propaganda sino que eclipsó aún más la grisácea performance proselitista de la oposición.

 

El Gobierno abrió una compuerta e inundó con la retórica de inauguraciones y obras. La oposición, quiso competir lanzando su discurso al aire como con un pulverizador. Un poco por las reglas naturales de estos procesos que marcan una desventaja para los retadores. Otra poco por sus graves yerros políticos.

 

Mañana comienza la “prohibición de actos públicos susceptibles de promover la captación del sufragio”. Quizás, a partir de allí, la recta final de la campaña matice un poco ambas posiciones. Pero hasta ahora, no hubo equivalencias.

El catucho