La última semana, El Reino, la ya mencionada ficción de Netflix se convirtió en el foco de atención. El universo del que habla la ficción: las iglesias evangélicas y su relación con el poder político.
Para muchos, el estreno fue pura celebración porque puso a la producción argentina en marcha. A algunos incluso les gustó mucho la serie. Pero para un sector no menor de la sociedad (el 15%, según estiman distintos informes), la serie fue un doloroso e injusto retrato de su mundo.
En un comunicado, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas se expresó descontenta con el guión. En uno de sus pasajes más contundentes, dice: “Crear un producto cultural, como es una ficción de cine o una serie, desde la base del odio, para generar rechazo social a un colectivo religioso, es un acto que no realza la belleza de una profesión que se debería caracterizar por la transparencia y pureza intelectual y creativa, y no por usar la actuación para denostar y fogonear el rechazo social a quienes piensan distinto a quien produce esa obra.”
Osvaldo Carnival, uno de los pastores evangélicos más populares y convocantes de la Argentina, es vicepresidente de ACIERA y de la Unión de las Asambleas de Dios. Considera que el comunicado “quizás haya sido apresurado”, pero sostiene que quisieron reflejar el malestar que sentía la comunidad evangélica.
Sin enojo aparente, Carnival conversó del tema “poniendo el dedo en la llaga”.
-Más allá de que sea una ficción, ¿molestó hacia adentro de la iglesia evangélica?
-Si hablamos de la serie El Reino, lo primero que voy a decir es que celebro esta súper producción. Creo que gran parte de los mejores artistas están involucrados, es la primera ficción que se filma con todos los protocolos. Eso es muy bueno. Y en segundo lugar insistir en que es una ficción. Es decir, se lleva a cabo en la mente de una escritora que imagina un escenario que no condice con la realidad. Es como pensar en Breaking Bad, La Casa de Papel… eso nos ayuda a entender lo que es una ficción.
-Pero una ficción basada en su mundo.
-Indudablemente habla de la iglesia evangélica, y habla de la historia de un pastor. Personalmente me hubiera gustado que destacaran alguna virtud y no todas las debilidades que están en todo ser humano. Porque detrás de un pastor, un médico, un periodista, un político, hay un ser humano. Y quizás, la deuda que tiene la serie es no preguntarse si tendrá el pastor, o el pastor de la ficción, alguna virtud. ¿O es un ser siniestro? Entonces, yo me remito a que es una ficción. Porque todos los días veo el trabajo de un pastor, que está donde hay dolor, donde hay hambre, en una olla solidaria, en una cárcel… El 50% de la población carcelaria argentina es evangélica, está acompañada. El mayor índice de recuperación de pibes adictos lo tienen los centros de rehabilitación de orientación cristiana evangélica. Es el 36%, mientras que los centros gubernamentales no superan el 2%. Entonces, en mi imaginario yo diría: ¿no hará esta gente algo bueno? ¿no estaría piola dejarlo saber? Entonces quizás genera un dolor, una irritación… Pero no nos apartemos: hay una ficción.
-¿Qué opina del comunicado de ACIERA?
-Creo que quizás haya sido apresurado y no haya expresado de la mejor manera nuestro sentir, pero en Argentina hay millones de evangélicos y nos han trasmitido su dolor y haberse sentido agraviados y dolidos por cómo la serie muestra a la iglesia evangélica. De ninguna manera es un acto de censura, simplemente fue una observación. Creemos en la democracia, en la tolerancia, en el respeto al prójimo y en el derecho a la libre expresión. En nuestro país todos tenemos el derecho a compartir nuestras ideas y a manifestar la fe.
-¿Cómo ve el vínculo que sugieren entre la política y el mundo evangélico?
-Sucede que el crecimiento de la iglesia evangélica ha hecho que se visibilice mucho más su presencia en todas las situaciones de la vida social argentina. Es decir, en el mundo del espectáculo, en el mundo del deporte, en todas las áreas. Y también pasa en la política: hay miles de jóvenes que quieren incursionar en la política. Eso no significa que el pastor haga política. El pastor debe dedicarse a hacer su sacerdocio, a hacer su tarea. Sí alentar a la juventud, que tiene un llamado, una vocación política, a que se capacite, se prepare, y que luego haga su aporte. El más significativo de esos aportes para mí es el de la integridad y de la honestidad. Después, esa trama oculta entre la política y la iglesia evangélica de la serie es parte de la ficción.
-Pero ese vínculo existe en la vida real también.
-No te puedo negar que todo político, cuando llegan las elecciones, pasan por las iglesias evangélicas tratando de capitalizar esos votos. Sí. Eso cada vez sucede más. Contactos o relaciones buscando el famoso voto evangélico. Lo que ahora llaman “el segmento evangélico”.
-La serie propone el personaje de un pastor. Usted, además de ser un pastor, conoce muchos. ¿Cómo analiza ese personaje?
-La serie presenta un estereotipo de un pastor, que es pedófilo, corrupto, cínico, y está justamente abandonando la pureza de su llamado. Es decir, no tiene virtud alguna. Esto es una cosa que genera un cierto dolor. Y por detrás está todo ese manejo de dinero que muestran. ¿Una iglesia evangélica cómo funciona? Se sustenta por el aporte de los feligreses. Aportan con sus ofrendas y sus diezmos. La iglesia evangélica cuenta con una comisión de administración que acompaña al pastor, audita al pastor, y el pastor tiene un sueldo por la tarea que realiza. Y no todos. Es decir, el alto porcentajes de pastores hacen dos tareas: puede tener un taller mecánico, puede ser plomeros, algunos son médicos… Y a la vez realizar la tarea pastoral. Una estadística que quizás ayude: el 80% de las iglesias evangélicas en Argentina no superan las 200 personas. El 15% restante no superan las 1500. Y solo hay un 1% que son más de 1500 personas. Entonces no hay muchas iglesias de esa dimensión de la serie.
-Hay una escena en la que los colaboradores del templo salen a recaudar dinero. ¿Qué le produjo eso? Se habla mucho del manejo de dinero de las iglesias evangélicas.
-Eso básicamente que muestran es lavado de dinero. Buscan plata en un lavadero de autos, en locales comerciales… Eso no hace la iglesia evangélica, que a duras penas puede sustentarse a sí misma. No tiene recursos del Estado, como sí tiene la iglesia católica. Es decir, cada evangélico cuando va a una reunión da su ofrenda y por otro lado con su impuesto sostiene la iglesia católica. Ese sistema que uno ve en la serie no sucede en la realidad, por eso yo hablo de una ficción.
-¿Alguna otra escena que le haya llamado la atención?
-Hay una escena en la que el pastor está predicando en medio de la reunión… Quizás a mi me hubiera gustado que me dieran la oportunidad de estar al lado para ir acompañando para que la interpretación fuera más ajustada. Hay escenas donde Mercedes Morán, en su conformación de personaje de pastora (que realmente es una gran actriz), menciona el término “evangelistas”. Y no son evangelistas, son evangélicos. El evangelista, tanto católico como evangélico, es el que lleva el evangelio. Entonces quizás para darle un poco más de precisión hubiera estado piola poder ayudar, porque está todo demasiado sobreactuado, y mucha gente me decía: “es demasiado inverosímil”. Me lo dijo un pibito que vive en La Matanza, donde hay una iglesia evangélica por cuadra más o menos. Él es influencer, y me decía: “mirá, yo noto que es todo muy bizarro y lejos de la realidad”.
-¿A qué atribuye el crecimiento de la iglesia evangélica en el país y en el mundo?
-La iglesia evangélica nace como un centro de ayuda al que le duele algo, al que sufre, al que llora. De hecho, Dios está un poco más cerca del que sufre, porque cuando uno está bien se siente Dios, Gardel y Maradona, pero cuando la cosa se complica todo levantamos los ojos al cielo y decimos, aunque no creamos: “si en algún lugar estás, te pido que me ayudes”. Hay una gran sensibilidad del cristiano evangélico que lo inclina a la solidaridad.
-¿Tienen datos que reflejen este crecimiento?
-En los últimos años el crecimiento de la iglesia evangélica ha sido exponencial. Yo soy el primero que se sorprende por la cantidad de gente que asiste a las congregaciones. Si hablamos de números, el último dato del CONICET habla de 15,7% de evangélicos en todo el territorio de la República Argentina. Pero hay lugares donde ese promedio se llega a elevar a casi un 30%, por ejemplo en sectores del Gran Buenos Aires. Ahí encontramos entre un 25 y un 30%. Es decir, estadística que nos hace pensar que de diez personas, tres confiesan su fe en Dios, en Cristo, y a la vez la comparten con otros. Entonces lo encontrás en el repositor del supermercado, en el playero de una estación de servicio, el médico de una clínica… Empezás a rozarte, empieza a evidenciarse, y la gente empieza a decir quiénes son estos.
-Hay gente que mira este fenómeno con preocupación, con molestia.
-Hay ciertos sectores que tienen inquietudes, pueden ser prejuicios. Hay un dicho que dice: lo ví de lejos y era un fantasma, se fue acercando y vi que era un ser humano, se acercó más y me di cuenta que era mi amigo. Creo que a veces en la distancia uno desdibuja imágenes, entonces vaya a saber qué es lo que hay en las mentes de las personas. Y nos preocupa cuando se intenta hacer un estereotipo.
-¿Cree, a su vez, que la serie El Reino hace algún mal? Digo, ¿lastima a la iglesia evangélica?
-Yo creo que más allá de lo que El Reino dice sobre la iglesia evangélica, la iglesia evangélica va a seguir creciendo. El lado positivo es que la serie nos da la oportunidad de hablar del tema, de ponerlo sobre la mesa y mostrar la realidad de las iglesias evangélicas. Y es imposible detener un crecimiento que no está fogoneado sino que sucede de manera natural, en el boca en boca, en el compartir algo que a uno le ha hecho tanto bien que invita a otro. Todos los fines de semana vienen personas que se acercan de la mano de la necesidad en búsqueda de Dios. Esto es imposible de detener.