Le quedan a Oscar Castillo tres meses para seguir vegetando en su banca del Congreso de la Nación. Un trimestre de yapa para despedirse del poder, luego de 30 años de una trayectoria oscura en la cual se afianzó como el político con peor imagen de Catamarca.
Se construyó una fama mal ganada, pero ganada al fin, que lo acompañó durante gran parte de su trayectoria pública. Instaló la idea de que era el genio de la política, el hábil, el gran estratega. Se consideraba un astro del negociado, pero fue un exponente fiel de lo peor de la política: entregaba, traicionaba, manipulaba. Siempre de espaldas a la gente, al electorado y a sus propios correligionarios. Se lo admiró por la felina capacidad de caer siempre parado. Hasta ahora.
El domingo 12 de septiembre de 2021, se desplomó despatarrado y lo que quedaba de su avejentada figura se rompió definitivamente.
Tuvo un final que roza la cobardía: escondido atrás de otro candidato, hizo su última jugada para seguir manteniendo poder. Y fracasó catastróficamente.
El rey de los arreglos, el monje de las sombras, el que sacrificaba a quien fuera para salvarse a sí mismo, quedó solo y derrotado.
Se le terminaba su eterno mandato, que fue renovando y renovando durante años a fuerza de falsas promesas y cambios de figuritas donde todos los que lo apoyaban salían perdiendo. Sabía que no podía presentarse como candidato, porque iba a ser vapuleado en las urnas, entonces eligió un delfín para que lo represente.
El pobre “Telchi” Ríos se entusiasmó y aceptó. Y corrió la suerte de todos los que apostaron por Castillo. Pagó con su cuero y su cara. Pero esta vez también cayó el “cerebro” de la jugada.
Como última maldad, metió el dedo en la llaga al llevarse a su línea a la esposa de un señor como Ricardo Guzmán, sólo por el gusto de crear conflictos.
Oscar se queda sin banca, sin poder, sin partido. Perdió la Unión Cívica Radical, perdió aliados, perdió los manejos. Perdió la mesa chica, la grande y las sillas.
Con su dirección, la oposición quedó cada vez más lejos del peronismo y del poder. Sus correligionarios por fin se lo sacaron de encima. Ya no tiene manera de sentarse a la cabecera de ningún comité. Es la cara de la derrota, de la caída. De la vieja política, de la digitación de la Junta Electoral propia, de las artimañas legales para aniquilar a la dirigencia que quería competir en la UCR.
Al genio se le apago la lámpara. Y se va sin la dignidad de haber competido al menos. Eduardo Brizuela del Moral se presentó siempre: ganó y perdió. Lo respetaron.
Oscar se apaga en su propia oscuridad, se quedó sin espejos de colores para ofrecer. Quedó con su pasado como una mochila que le prohíbe ser candidato y ahora también lo anula como dirigente. Políticamente dejó de existir.
Había llegado de la mano de su papá, heredando el gobierno del fresco Frente Cívico y Social, justo ellos que habían llegado al poder denunciando los horrores del nepotismo.
Despreció a Catamarca siempre. Inundó su gabinete de inexpertos cordobeses y se dedicó a hacer negocios millonarios. Se anotó en todo. No dejó una obra para la provincia, no tomó una decisión de valor, no resolvió un problema. Pero su nombre o su sombra están en todos los chanchullos que se recuerden.
Con el Casino, con La Unión, con las jubilaciones, con las compras directas, con la timba financiera, con la malograda minería y sus regalías, con los planes trabajar.
Fue estrella en la manipulación del Caso Morales, creando y liderando un Comité Estratégico de Seguimiento del caso para acomodar las piezas a su favor. No, no es fantasía: lo dijo uno de sus legisladores bajo juramento y en pleno juicio. No le importó la justicia, le importó sacar provecho y lo sacó.
Proscribió al peronismo en la elección frustrada de la quema de urnas, y huyó cuando las encuestas le avisaban que iba a perder.
Destruyó al Frente Cívico y Social, declarando que la gente “quería un cambio” justo antes de la elección de 2011. Destruyó al radicalismo local, abortando cualquier posibilidad de hacer elecciones internas año tras año.
Espantó a los nuevos dirigentes, espantó a la juventud, espantó a los votantes. Incendiaba su propia casa para asegurarse su lugar quemando a todos los demás.
Jugó siempre igual. Y se encadenó a una banca en el Congreso sin hacer nada útil para Catamarca ni para los catamarqueños.
Dedicó su vida a sacar ventajas para él mismo, a cualquier precio. Experta ave de carroña, quedó ahora reducido a alimento para los de su especie.
Es la hora de Flavio Fama y Francisco Monti. Sangre joven y nueva. Nace un nuevo radicalismo, una nueva oposición, donde no tendrá lugar. Ahora el resurgimiento será posible.
A Oscar ya no le queda fuerza ni para hacer daño, por muchas reuniones que quiera volver a organizar en Ipizca.
Se termina una época. Se termina la noche opositora. Bienvenidos sean el sol y la luz.
La visión del Catucho
No sólo O. C. cayó y se llevó puestos a varios. En Valle Viejo también cayó el cultor del nepotismo, la corrupción y el autoritarismo, prácticas que nada tienen que ver con la U.C.R,a quien decía representar. Mochila que, junto con el gato Luna, fueron muy pesadas para el actual concejal Luján. Celebro el nacimiento de esta nueva oposición que generó muchas esperanzas de cambio y a la que debemos cuidar y fortalecer, para tener en Catamarca una nueva oportunidad de salir de la oscuridad.