Mientras los laburantes hacen malabares para llegar a fin de mes, en la “arenas políticas” ya comenzó la pechadera. Aunque para la mayoría de los catamarqueños, ocupados en que no se los trague la pobreza, pase desapercibido, el cronograma electoral de las Legislativas de octubre está en marcha y la angurria de cargos ya se activó. Sin embargo, de lo que queremos hablar hoy es de un tema tangencial, muy poco discutido y hasta naturalizado: la suspensión de las primarias provinciales, el fracaso de los pseudo procesos democráticos de elección de candidatos y la naturalidad con la que la clase política hace y deshace según su conveniencia sin pruritos a las contradicciones más escandalosas.
Las primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, como se las aplicó en los últimos años, fueron un modelo parido por el kirchnerismo nacional y rápidamente replicado en la Provincia con la devoción política del peronismo local. Fueron aprobadas en 2015, durante la gestión de Lucia Corpacci, mediante la Ley Nº 5437 que introdujo modificaciones en la Ley Electoral de la Primicia 4628.
En aquel entonces, las primarias fueron presentadas como una herramienta para fomentar la intervención ciudadana, la democratización de los partidos políticos y resolver internas sin conflictos. Se enarbolaban los estandartes de la transparencia, la participación y en contra la de las designaciones impuestas. En sus loas, los políticos locales destacaban que las PASO eran ” un pacto de madurez política” que permitiría “fortalecer la democracia y evitar la imposición de candidaturas”.
El debut de las primarias provinciales fue en 2017. Y claramente, como todos sabían que ocurriría, ese maravilloso mundo de libre participación en la vida política partidaria y el avance exponencial de la democracia, salvo algunas excepciones, nunca funcionó. Porque los manejos de las candidaturas y armados de listas en mesas chicas y a gusto de los popes, está en el ADN de los partidos políticos.
Las estructuras partidarias son verticalistas, con el poder concentrado en pequeños comités, adictos al manejo discrecional de las repartijas. De la boca para afuera podrían decir las mil maravillas de las primarias, pero a la hora de cortar el queso se acababa el biri biri democrático y los caciques ponían sus credenciales sobre la mesa. Nada de librepensadores, ni de independientes, o sin padrinazgos. Las candidaturas, a consideración y decisión del buró. Es decir, hicieron una ley para nunca jamás cumplirla. Eso sí, siempre en nombre del consenso y la unidad.
Así, con la puesta en escena, la política provincial disputó varias elecciones, haciendo ir a la gente a votar listas únicas, armadas en los mismos círculos de imposición y opacidad que las PASO decían iban a desterrar. Despilfarrando recursos públicos, y el tiempo y la paciencia del electorado que, con hartazgo, terminó viendo como su derecho democrático se transformaba en un estorbo inútil.
La verdad es que las PASO nunca sirvieron para nada. Ni transparentaron los procesos, ni abrieron la participación, ni democratizaron los partidos y, mucho menos, cambiaron absolutamente nada de los monopólicos circuitos de poder partidario. Y su suspensión es un reconocimiento implícito del fracaso. Pero asumido con una naturalidad y ligereza que asombran.
Generalmente esos cambios rotundos de los modelos suelen darse cuando la alternancia en el poder le da a un gobernante la posibilidad de revisar (y desechar) políticas implementadas por gobiernos anteriores de otros partidos. Pero en este caso, no hizo falta alternancia ni ruptura ni demasiadas explicaciones. Así como las pusieron, las sacaron. Bien sueltos de cuerpo y sin pruritos ni rodeos, la misma fuerza política que presentó las PASO como la panacea de la democracia y participación, las borró de un plumazo.
¿Argumentos? Pocos y muy cuestionables. Sobre todo escandalosamente incoherentes con la perorata de alabanzas a las primarias; que no funcionaron, que la gente se cansa de ir tantas veces a votar y que es un gasto innecesario. “No podemos darnos el lujo de gastar 150 millones de pesos en una interna que se podría resolver de otra manera”, decía Jalil en 2021, aprovechando la excusa de la pandemia, empezando a esbozar su intención de borrar con el codo lo que su partido había escrito.
Experimento financiado con la de los contribuyentes,summum de la vida democrática de los partidos y la máxima expresión de la participación civil en los procesos electorales, luego desechados por inutil y oneroso. Con total naturalidad, sin asumir culpas y aprovechando la nueva onda libertaria que al Gobierno tan bien le sienta.
Así que, mientras los catamarqueños deciden si pagan la orden de consulta y el plus para ir al médico o comen, los desinteresados servidores públicos, con vocación y altruismo empiezan a desesperar por lograr un lugarcito en las listas. El 17 vence el plazo para inscribir los candidatos. No sea cosas que los que bendicen y dan la venia les nieguen la posibilidad de trabajar por el prójimo.
El catucho