El líder de la agrupación política Martín Fierro, Ricardo Rodríguez, apareció al rescate del sindicalista Walter Arévalo y salió a copar las calles en la mañana del miércoles, cuando casi el 90 por ciento de los empleados municipales hizo caso omiso al paro convocado por el vehemente conductor del SOEM.
Arévalo había llamado a un paro con asistencia a los lugares de trabajo, pero casi nadie adhirió, entonces metió un golpe de timón y decidió salir a cortar calles a lo loco, pero le faltaba gente para la improvisada maniobra.
Fue ahí que apareció como salvador Rodríguez, prestándole gente al SOEM y cortando calles en nombre del gremio, aunque no tuvieron ni el decoro de disimular, y salieron a protagonizar la protesta “gremial” usando sus propias banderas y pancartas.
Una alianza hija de la desesperación entre dos dirigentes que pasan un mal momento, y se muestran cada vez más lejos de la gente.
Rodríguez, varias veces procesado, por causas tan delicadas y diferentes como “estafa a la Administración Pública en la modalidad de Administración Fraudulenta, en concurso ideal” y “trata de personas”, es ahora quien presta gente y le tiende una mano amiga a Walter Arévalo.
De Arévalo ya nada sorprende. Le viene errando feo y avanza como pato criollo, en un contexto donde la gente lo que menos necesita es que le inventen más conflictos y problemas.
La pregunta a esta altura es: ¿nadie le puede poner un freno? ¿Puede un tipo cualquiera cortar el tránsito en diez o quince esquinas al mismo tiempo con cuatro gatos locos que ni siquiera son empleados, porque el paro tuvo una adhesión menor al 20 por ciento?
¿Puede seguir tolerándose la prepotencia de un dirigente empujado a ciegas por su propia ambición, cuando los propios afiliados del gremio no le responden?
La Visión del Catucho