Hace varias semanas que todo el país está discutiendo sobre el proyecto de Reforma Laboral que presentó el Gobierno. Discusión a la argentina, claro, porque casi nadie leyó el proyecto, pero eso no es impedimento para que todos opinen.
El tema es que en Catamarca no hay gran preocupación. Sale alguna que otra nota, sale alguna que otra declaración, pero la gente en la calle no está pendiente de nada.
¿Y eso por qué? Porque la mayoría de los catamarqueños son empleados públicos, y no tienen de qué preocuparse. Leen “empresa” y se relajan. ¿Qué problema hay?
Tiene lógica. ¿Se van a preocupar los catamarqueños por la fragmentación de las vacaciones? ¿Se van a preocupar justamente acá, que quedan liberados el jueves y tienen que volver en febrero?
Es la anestesia que se ocuparon de inyectar en la población gobierno tras gobierno, prometiendo generar empleo privado con una mano y nombrando miles en la administración pública con la otra. ¡Si hasta los funcionarios de altos cargos son los primeros en asegurarse una planta para ellos y sus familiares!
Es un negocio redondo, porque esa masa improductiva, con abundante mayoría de ñoquis, vota mansita al oficialismo, sea quien sea, para garantizarse la continuidad de su comodidad.
Un pueblo rehén del empleo público, a conveniencia del Estado y sus administradores de turno, que tiene a todos (o casi todos) atados con un sueldito.
¿Reforma Laboral? Hagan lo que quieran.





