Las Fuerzas del Cielo de Javier Milei recibieron un baldazo de agua helada en la provincia de Buenos Aires, con una derrota por 13 puntos que deja al oficialismo tambaleando a pocas semanas de la elección nacional.
Una derrota podía estar en los planes, pero la diferencia quemó todos los papeles en Casa Rosada, donde se impone una revisión de todo: de medidas, de discursos, de gestos, porque si no se corrige el rumbo de inmediato la reelección en 2027 puede transformarse en una utopía.
Nadie esperaba que Milei gane por ejemplo en La Matanza, un bastión peronista. Pero en esa provincia ganó hace una década el macrismo, que en sus primeras intermedias cosechó incluso más votos, tantos que se hablaba del Plan V para llevar a María Eugenia Vidal a la presidencia.
Ahora La Libertad Avanza fue a competir unida al macrismo, y los pasaron por encima.
Se pueden buscar excusas, se pueden buscar culpables. Pero lo sucedido en Buenos Aires, donde está casi la mitad de los votantes del país, es una clara señal.
Es señal de que la economía no arranca, y que las penurias más grandes no las está pasando ninguna “casta”, sino los laburantes de a pie.
Es señal de que la promesa de terminar con la corrupción está en duda, porque cada día se suman denuncias y sospechas sobre la gestión libertaria.
Es señal de que insultar a todo el mundo no es buen negocio, y de que bajar la inflación a costa de que nadie pueda comprar nada no sirve.
Milei está a tiempo, pero debe corregir muchas cosas. La motosierra es poderosa para romper, pero no sirve mucho para construir.
No es normal que un presidente no pueda hacer un acto público. No es normal burlarse y alentar la violencia contra todo y contra todos. Porque esas cosas se vuelven en contra.
Milei tiene que dar un giro de 180 grados porque el poder que acumuló en tiempo record se le puede ir también de las manos a la misma velocidad.
Justo él que quería sepultar al peronismo, lo está haciendo revivir.
El catucho