Protectores faciales plásticos: ponen en duda la eficacia de su utilización

Pasados casi 10 meses de la aparición del nuevo virus SARS-CoV-2 que genera la enfermedad COVID-19, todavía quedan muchas cosas para aprender. Y los científicos se esfuerzan por seguir investigando respecto a cómo frenar esta pandemia declarada en marzo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Una de las cuestiones que más atrae a los expertos es cómo el virus se propaga y logra múltiples contagios en humanos. La utilización de barbijos, tapabocas, máscaras faciales y otros cobertores también han sido objeto de estudio.

Esta vez, el objeto de análisis fueron las pantallas faciales de plástico utilizadas sin barbijo o tapaboca, que resultaron ser prácticamente ineficaces para atrapar los aerosoles respiratorios que se expulsan al toser, según los modelos que ha simulado el supercomputador Fugaku de Japón, el más rápido del mundo, lo que pone en serias dudas su utilización para prevenir la propagación del coronavirus.

Científicos del Centro para la Ciencia Computacional (R-CCS) del Instituto de Investigación Riken, en su campus de la ciudad de Kobe, lograron completar una simulación con Fugaku que concluyó que casi el 100% de las gotas aéreas que tienen un tamaño menor de 5 micrómetros –millonésima parte de un metro–se escapan a través de las pantallas de plástico habituales que ahora se utilizan como pantallas faciales para tratar de prevenir los contagios por coronavirus.

Makoto Tsubokura, jefe del equipo del R-CCS y líder del estudio declaró que “a juzgar por los resultados de la simulación, lamentablemente la eficacia de los protectores faciales para evitar que las gotitas se propaguen por la boca de una persona infectada es limitada en comparación con las máscaras”.

Para efectuar la simulación en el supercomputador, se reprodujo una combinación del flujo de aire de la respiración de las personas y de miles de pequeñas gotas de diferentes tamaños, desde menos de un micrómetro hasta varios cientos de micrómetros, que resultan expulsadas durante este proceso.

La principal conclusión extraída por el equipo del instituto Riken es que las pantallas se vuelven poco eficaces para las gotitas que tienen menos de 20 micrómetros. “Igualmente hallamos que, al mismo tiempo de alguna manera, funciona para las gotitas más grandes de 50 micrómetros”, agregó Tsubokura, “Para aquellas personas a las que no resulta recomendable la utilización de mascarillas porque tienen algún tipo de afección respiratoria, podrían usar las pantallas faciales limitándolas al aire libre y a ambientes interiores que tengan una buena ventilación”, apuntó el experto.

Hace un mes, otra simulación del R-CCS con el supercomputador Fugaku demostró de forma virtual que las mascarillas desechables de tela no tejida contienen mejor las gotas emitidas al toser que las fabricadas con tejidos como algodón y poliéster por su capacidad para bloquear las gotas respiratorias que pueden contener el virus, aunque el estudio mostró que estos tipos de máscaras también son eficaces.

Este trabajo concluyó que los barbijos de tela no tejido bloquearon casi todas las gotas expulsadas al toser, mientras que todos los tipos de tapabocas retuvieron al menos cerca del 80% del aerosol, lo que demostró, según los investigadores, su efectividad para retardar y frenar los contagios por COVID-19.

Tsubokura señaló entonces que los resultados de la simulación no pueden interpretarse para dejar de llevar protección. “Lo más peligroso es no usar una máscara, aunque sean molestas a causa del calor. Es importante usar una máscara, incluso una de tela menos efectiva”, señaló el experto.

El supercomputador Fugaku está siendo utilizado en sus primeras etapas en diversos proyectos para combatir la pandemia, como la exploración de nuevos medicamentos para tratar el COVID-19, la simulación de las proteínas del virus SARS-CoV-2 o las formas en las que se producen. En junio de este año se convirtió en el supercomputador más rápido del mundo en la lista TOP500, superando así al IBM Summit 4 de Estados Unidos. La máquina japonesa es capaz de ejecutar 415 petaflops –unidad de operaciones que se utiliza para medir su rendimiento–, que representa 2,8 veces los 148 petaflops de la instalación norteamericana. Se da la circunstancia también de que, por primera vez, se ha situado en lo más alto del ranking un supercomputador con procesadores de arquitectura ARM de Fujitsu en lugar de chips de arquitectura Intel x86.

Fugaku, que tiene un costo cerca de los 1.000 millones de euros, es la nueva esperanza de los científicos japonenes, que esperan que ayude a identificar tratamientos para Covid-19 a partir de aproximadamente 2,000 medicamentos existentes, incluidos aquellos que aún no han alcanzado la etapa de ensayo clínico.

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