La superultra K diputada Verónica Mercado, aferrada a cargos públicos seguramente por méritos propios y no a caballo de su apellido y parentescos, presentó un proyecto en la Legislatura para que obras, folletería o bienes del Estado no tengan nombres de funcionarios como propaganda política.
Toda una genialidad de la estadista, que incluso proyecta sanciones para quienes promocionen “su propia imagen, figura, ideas, personalidad, la de su gestión, carrera, trayectoria, eventual candidatura electoral o cualquier otra característica relevante”.
Mercado dice que quiere “garantizar el principio de neutralidad en todos los departamentos de la administración pública provincial centralizada, descentralizada y entidades autónomas, como así también la prohibición del culto a la personalidad en su seno y la paridad de armas para la pacífica, leal y equitativa competencia electoral entre fuerzas políticas
Una maravilla atrás de otra, que sin embargo no coincide con los aplausos rabiosos que la integrante sanguínea de la familia K dedica a todas las obras que llevan el nombre de Kirchner. Porque con el nombre de Néstor Kirchner, por nombrar sólo a un integrante del clan, hay ¡más de 200 obras! En Catamarca y en todo el país es así, porque los K llevan adelante esa propaganda estilo lavado de cerebro sin que se haya escuchado protestar nunca a Verónica Mercado.
El 4 de noviembre de 2010, una semana después de la muerte de Néstor Kirchner, el Concejo Deliberante de Río Gallegos aprobó el cambio de nombre de la avenida principal de la capital santacruceña que dejó de llamarse Julio Argentino Roca y pasó a homenajear al ex presidente recién fallecido. Fue el puntapié inicial para que brotaran una seguidilla irrefrenable de lugares públicos en todo el país en tributo al esposo de la entonces Presidente, Cristina Fernández de Kirchner.
Con rápidas decisiones administrativas, los municipios K cambiaron el nombre de lugares importantes de cada pueblo por el de Kirchner. Los intendentes que aguardaban fondos demorados para terminar alguna obra comenzaron a pasarse el dato: si la rebautizaban Néstor Carlos Kirchner, el Ministerio de Planificación liberaba los fondos más rápido.
Entre las obras nuevas y los espacios viejos rebautizados, hubo de todo: calles, rotondas, avenidas, bustos, monumentos de cuerpo entero, plazas, plazoletas, estadios, centros culturales, auditorios, hospitales, una comisaría, una cancha de hockey, un canódromo, una pileta climatizada…
Llegó el punto en que se podía viajar de un Néstor Kirchner a otro a través de ocho terminales de ómnibus: Santiago del Estero, San Salvador de Jujuy, Los Antiguos (Santa Cruz), La Cocha (Tucumán), San Rafael (Mendoza), Marcos Juárez (Córdoba) Roque Pérez y Zárate (Buenos Aires).
Los más apurados podían pasar por el aeropuerto de Néstor Kirchner de Villa María (Córdoba), mientras mantuvo unos pocos vuelos comerciales subsidiados por el municipio. Ya no.
En la capital de San Luis (gobernada entonces por el kirchnerismo) fueron por más: crearon una línea de colectivo “K” que llevaba desde el centro de la ciudad hasta el barrio Néstor Kirchner.
Y en Catamarca podemos largar por la Circunvalación Néstor Kirchner para visitar todas las obras con su nombre.
Hace unos años, el periodista de Infobae Leonardo Mindez creó el blog “Ponele Néstor a todo” que recopiló las fotos que le enviaron los lectores de distintos lugares que se bautizaron Kirchner: suman cientos.
¿Entonces a qué viene el sensacional proyecto de Mercado, que ahora condena lo que nunca condenó?
Parece que es una cuestión más de entrecasa: quiere pelear por la intendencia de Fray Mamerto Esquiú y ya está harta de que Guillermo Ferreyra haya borrado al fraile para meter su bello nombre: ahora el lugar se promociona como “Fray” a secas y hasta en el papel higiénico le mete la “marca” Guillo.
Ay, Vero.. coherencia por favor.