Por primera vez en 12 años, la oposición cree que puede ganar

En marzo de 2011, el Frente Cívico y Social se sentía ganador. Un radicalismo empachado de victorias, llevaba 20 años pasando cada elección como un trámite, y nada hacía suponer que se terminaba la primavera. No la vieron venir. Eduardo Brizuela del Moral había adelantado las elecciones y subestimó su enfrentamiento con un kirchnerismo en el apogeo de su poder.
Por ajustado margen, llegó la derrota, y se apagó un ciclo de hegemonía total, donde los radicales habían conquistado al electorado creándose buenos enemigos. Primero fue Ramón Saadi, después Luis Barrionuevo, después Casa Rosada. Y hasta ahí llegó.
La retirada fue dolorosa, y muchos temían lo peor. Que se diera vuelta la tortilla y empezara otro ciclo hegemónico, ahora con el peronismo en el poder.
Pasaron desde entonces dos elecciones de gobernador, y hasta aquí la profecía se cumplió. El radicalismo nunca tuvo chance de ganar. Peor todavía, cada vez quedó más lejos del peronismo.
En 2015 se repitió el duelo Brizuela-Corpacci, y el resultado fue el mismo que en 2011, pero más amplio. Y en 2019, llegó Raúl Jalil, sin carisma ni militantes, pero a caballo de Corpacci que le arrastró votos en las boletas.
Pasaron 12 años de aquel 2011, y por primera vez la oposición cree que puede ganar.
Sabe que es difícil luchar contra el gigantesco aparto y los recursos del gobierno, que se pondrán con toda la carne en el asador. Pero hay cansancio en la gente, hartazgo por la soberbia de los nuevos ricos que gobiernan.
El gobierno lo sabe. Por eso ruega a Gustavo Saadi que siga en Capital, porque no puede darse el lujo de perder los votos del intendente. Y menos que menos quiere enfrentarlo.
Los radicales huelen la debilidad en el ambiente. El gobierno no sabe qué contestar. Muestra obra pública, pero no le alcanza.
No alcanza ninguna ruta o puente para tapar el escándalo de las financieras, el atropello a la justicia, el crimen de su propio ministro, la aparente protección al fiscal.
No le alcanza el tiempo al gobierno para hacer lo que nunca hizo: acercarse a la gente, escuchar.
Hay dos decenas de ministros y a la mayoría no los conoce nadie. Hay por todos lados amigotes viviendo como reyes con plata del Estado.
Antes se decía que Catamarca era una provincia rica con un pueblo pobre. Ahora hay gobernantes ricos con un pueblo pobre.
El peronismo local ya no tiene el padrinazgo de Casa Rosada. El gobierno nacional hace agua, la inflación lo incendia todo y no encuentran un candidato como la gente.
El gobierno apuesta a comprar lo que haya que comprar, a abrir la billetera para ganar como sea. La oposición siente que es el momento de explotar todas las miserias del oficialismo y ganar en las urnas.
Lo que en 2015 y 2019 era imposible, ahora parece posible.

La visión del catucho 

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