Póngase a trabajar, señora

Como si no alcanzara con decenas legisladores que están con “vacaciones pagas” para dedicarse a hacer campaña, también varios ministros decidieron dejar de trabajar para “hacer campaña”, eufemismo por salir a gastar plata aplaudiendo en actos donde está el gobernador.

Lo de diputados y senadores vaya y pase, porque la mayoría tampoco hace nada el resto del año y a nadie le importa. Pero que algunos funcionarios se regalen estos recreos eternos es imperdonable, por ejemplo la ministra de Seguridad, Fabiola Segura, que anda de acá para allá haciendo la V peronista y sonriendo para las fotitos, mientras la delincuencia manda.

En una ciudad que pretende ser turística, el fin de semana reventaron a golpes a un chico de 20 años en Güemes y Alem, a un par de cuadras de una comisaría y a un par de cuadras de la terminal de ómnibus, donde llegan los turistas.

Dos tipos de los tantos que andan impunemente haciendo daño a quien quieren, vieron al chico desde una moto, se bajaron, lo molieron a palos, le sacaron un poco de plata que llevaba y lo dejaron tirado como una bolsa de residuos.

¿Y la ministra de Seguridad? Paseando por Mutquín y Siján, capaz buscando alguna peligrosa célula terrorista entre los nogales.

Arrebatos a toda hora, usurpaciones, robos violentos, una policía que no puede ni prevenir los desmanes a la salida de los boliches del Fariñango, donde todas las semanas o semana por medio, se arman bataholas, a veces con heridos gravísimos.

¿Nunca pueden prevenir? Saben el lugar, la hora, saben lo que va a pasar, ¿y siempre se les sale de control?

No pueden controlar a un par de borrachos pendencieros, ¿van a controlar el narcotráfico?

Al menos sería bueno que lo intentaran, porque para eso se les paga, y muy muy bien. ¿O quieren comparar el sueldo de los ministros con el básico que cobra la mayoría?

Para eso se supone que hay un Ministerio de Seguridad, pero no, la señora anda “de campaña”, sacándose fotos para el Facebook y las redes sociales. Y claro, los chorros se hacen un festín, y lo sufren los vecinos que le pagan a ella. Una vergüenza. Póngase a trabajar señora, porque por si no se enteró, las calles son un caos. Y no hablamos de asentamientos ni parajes perdidos: los delincuentes mandan en el corazón de la ciudad.

El catucho 

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