En épocas de vacas flacas, las buenas noticias tienen un valor extra. Mientras el sector industrial lucha por capear la tormenta perfecta de apertura de importaciones y constricción del consumo, el turismo y la cultura le dieron a Catamarca registros saludables de crecimiento. Sin insinuar que una actividad puede reemplazar a la otra, aunque reconociendo lo hostil del contexto, se debe señalar la importancia que tiene para la Provincia el impacto económico aportado por la Fiesta del Poncho. Una edición que, como lo vaticinamos hace una semana atrás, dejó datos históricos.
Hoy, en una conferencia de prensa encabezada por la ministra Daiana Roldan, de Cultura, Turismo y Deportes, y de Gobierno, Fernando Monguilllot, se presentó el balance financiero final de la última edición del Poncho, con un dato que, hasta donde los registros disponibles permitieron contrastar, es histórico: se recaudó más de lo que se gastó y las cuentas dieron superávit.
El dato, cuantitativamente sobresaliente e inédito, adquiere mayor dimensión cuando se lo analiza en el contexto económico nacional, en una temporada en la que el turismo, como históricamente sucede, se ve afectado por la crisis. Pero que en Catamarca dejó guarismos más que elocuentes.
Los números finales de esta edición seguramente tienen que ver con un proceso de maduración y crecimiento sostenido de la fiesta durante los últimos años. Pero también, en gran medida, con que la organización se encaró con una planificación comercial y una lógica económica, que dió arranque a la industria sin chimenea para que, además de un propalador de identidad y difusor de nuestra cultura, fuera un dinamizador productivo.
El tamaño de la feria, la extensión de los espacios gastronómicos, la multiplicidad de áreas de esparcimiento y los paseos comerciales que juntos configuraron una edición de dimensiones históricas son una parte de la explicación de los registros económicos positivos. Solamente en concepto de canon por espacios comercializados se recaudaron $667 millones. Claro, que para eso fue necesario un enorme trabajo de planificación y ampliación de las infraestructuras que se hizo y dió fruto con creces.
También hay que destacar los 233 millones de pesos recaudados por publicidad y auspicios, en su mayoría grandes empresas con visión comercial que apuestan donde encuentran proyección de retorno. Lo que muestra un reconocimiento implícito de la importancia de la fiesta por parte del sector privado.
Igual de potentes son los registros de ventas de los privados, gastronómicos, artesanos, productores, expositores, comerciantes que, dentro del ecosistema de la fiesta, facturaron más de 5.000 millones de pesos. Cifra que crece hasta los 31.000 millones si se le suman los gastos indirectos (nafta, estacionamiento, alojamientos, comidas, prestaciones turísticas, entre otros). Y ahí está el verdadero valor económico de la fiesta del Poncho; la onda expansiva que alcanza a miles de emprendedores y dinamiza el entramado económico.
El resto de los números, desde los globales hasta los más pormenorizados, señalan en la misma dirección de consolidación de la Fiesta del Poncho no solo como un evento que enorgullece a los catamarqueños, sino como un circuito virtuoso de producción y generación económica.
En el debe, para dar no quedarse en un optimismo complaciente, se puede señalar las falencias en algunos aspectos neurálgicos como la conectividad y el sistema eléctrico, que volvieron a fallar. Es real que se pueden explicar como un colapso provocado por la enorme convocatoria. Pero los inconvenientes y contratiempos que generan son muchos y no se deberían repetir. La masividad genera desafíos y este es uno en el que no se puede fallar.
Hace una semana, cuando la Fiesta del Poncho iba llegando a su promedio, anticipamos que se vislumbraba una edición histórica. La inversión, infraestructura, organización, despliegue tecnológico y, sobre todo, la ya palpable adhesión del sector privado y emprendedor y la respuesta del público, ya anticipaban. Los resultados llegaron y se celebran. Queda muchísimo por recorrer, pero el turismo y la cultura van dando muestras de que pueden ocupar un lugar protagónico y serio en la matriz productiva.
El catucho