Si un desprevenido o ajeno a lo político viera estas fotos, muy fácilmente caería en confusión. Podría pensar que son retratos de una misma época. O, basado en las visibles e ineludibles marcas del paso del tiempo, concluir que compilan momentos de un mismo equipo de gestión. Si se le diera el dato de que hay fotos de 2011, de 2015, de 2018, de 2019, 2022 y otras actuales, este observador podría reflexionar: “¡Pucha, cuanto tiempo viviendo del Estado…!” Conclusión acertada pero incompleta.
Porque, con un poco más de contexto, solito llegaría a la conclusión de que esas imágenes forman el álbum de fotos que documenta un lento pero sostenido proceso de acumulación de Poder. Un recorrido por las etapas que se atravesaron para terminar en una apropiación total del Gobierno sobre los órganos de control.
Indiscutiblemente, la permanencia ininterrumpida de estos actores en cargos públicos es, cuanto menos, cuestionable. Teniendo en cuenta que muchos de ellos los ejercen desde hace más de 20 años, se podría completar una página entera con el CV de estos muchachos en el funcionariato.
En más de dos décadas ocuparon concejalías, diputaciones, senadurías, ministerios provinciales, secretarías municipales, hasta la intendencia y la Gobernación. Enquistados en el poder, gozando de las mieles de la función pública. Y, aun así, eso no es lo más grave ni perjudicial para la Sociedad.
Porque el usufructo prolongado e ininterrumpido de los privilegios económicos que ofrecen los cargos públicos son una nimiedad a la par de los procesos de concentración de poder como el que estas fotos retratan y que hoy posibilitan en un manejo total de los mecanismos de control y contrapeso del sistema republicano.
“Una imagen vale más que mil palabras”, dice el refrán. La foto más reciente del álbu, tomada este viernes en la inauguración del nuevo edificio del Tribunal de Cuentas es por demás de elocuente al respecto… El mismo círculo, las mismas caras que hace 20 años, pero ahora estratégicamente distribuidas en cargos y organismos.
Jorge Moreno, compañero de bloque legislativo y funcionario de Raúl Jalil desde principios de 2000 hasta el 2022, hoy presidente del Tribunal de Cuentas; Hernán Martel, funcionario del Gobernador desde su primera gestión municipal, hoy ministro de la Corte de Justicia. Los tres, posando para una foto que, simbólicamente retrata la permanencia y concentración del poder.
El cuadro es mucho más complejo, porque si bien no están de cuerpo presente en esta última foto, no se puede dejar fuera de esta semblanza a Miguel Figueroa Vicario, ministro de la Corte y Juan Cruz Miranda, reciente incorporación del Tribunal de Cuenta, tambíen compañeros de bloque legislativo y funcionarios en la intendencia y la Provincia.
Para que el mapeo sea completo, agreguemos que la ministra de la CSJ, Fernand Rosales, fue Asesora General de Gobierno de Jalil y Sebastían Veliz, hoy en el TC, fue ministro de Hacienda y funcionario en los últimos tres gobiernos peronistas. Y, claro, Dalmacio Mera, Defensor del Pueblo…
Tres (y podríamos decir cuatro) miembros de la Corte; tres vocales del Tribunal de Cuentas; la Defensoría del Pueblo y, claro, el manejo total del Poder Ejecutivo. Un verdadero póker de ases. Si eso no es concentración de poder…
Lo llamativo (y escandaloso) es que en la intervención de estos organismos no estén contemplados mecanismos de inhibición que impidan la parcialidad o subjetividad en los procesos de control, como ocurre, por ejemplo, en la justicia ordinaria. Con lo que nada garantiza que la “amistad manifiesta” enturbie una auditoría del Tribunal del Cuentas o se entrometa en un fallo de la Corte; o que el “interés personal” no le quite objetividad y rigurosidad al control de legalidad de los actos del gobierno que ellos mismos integraron.
Un proceso lento, extenso en el tiempo, con decisiones estratégicas una detrás de otra, todas calculadas, para llegar a donde hoy estamos. Un control total del control. Una concentración peligrosísima de poder. Una deformación de las formas republicanas. Todo frente a las narices de la sociedad. Testigos, sin percatarse, de lo que estaba pasando. Este álbum es inapelable.