Paracetamol para aliviar una fractura

“Si la inflamación no se va, el dolor vuelve”, sentenciaba el slogan publicitario de un famoso antiinflamatorio. Atacar solo el síntoma, sin resolver las causas, proporciona una solución temporal y engañosa. En medio de la parafernalia por la llegada a Catamarca de los gobernadores del grupo Argentina 10, el presidente Alberto Fernández anunció un “régimen de promoción para la generación de empleo” para “eliminar los desequilibrios” entre el Centro y el Norte del país. Otro calmante para disimular los gravísimos problemas de base.

Los regímenes y planes de promoción de la industria y el empleo en el Norte son casi tan antiguos como los reclamos por las asimetrías en el desarrollo del país. El insistente pedido de las provincias periféricas por medidas que reviertan la postergación motivó a lo largo de la historia decenas de experimentos, más o menos exitosos. Pero todos de efecto paliativo. Que nunca corrigieron los crónicos padecimientos económicos y productivos.

De forma cíclica, o crónica, los sucesivos gobiernos (provinciales y nacionales) tropezaron con la incapacidad de generar un remedio que cure la dolencia estructural de la desigualdad. Y se conformaron con rimbombantes anuncios de medidas coyunturales, que sólo mitigan la dolencia mientras dura su efecto. Cómo un analgésico, que alivia el dolor de una muela cariada, mientras el problema se agrava.

Tanto es así, que el anuncio de la reducción de aportes patronales en la contratación de nuevos empleados, planteado con gran efusividad como un “régimen de promoción para la generación de empleo”, es la copia de un decreto de 2001, ideado por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, durante la presidencia de Antonio de La Rua. Un régimen de alícuotas diferenciales, que algunos industriales y políticos señalaron como “una gran medida federal” y el “mejor secreto” de las últimas décadas. Que, sin embargo, no resolvió nada de lo estructural, y cuando se derogó, todo volvió a ser igual. 

El recuento histórico de este tipo de medidas es abundante y variado: promoción industrial, diferimientos impositivos, subsidio al flete, tarifas de servicios diferenciales, desgravaciones impositivas. Todas medidas paliativas que, salvo muy distinguidas excepciones, solo funcionaron como alivios transitorios, pero que nunca sanaron las desigualdades.

Los parques industriales de la provincia, que se parecen más a pueblos fantasma que a polos fabriles, son muestras elocuentes de la ineficiencia de esas medidas. Pujantes y activos mientras duraron los beneficios, esos polígonos industriales se fueron extinguiendo de a poco, hasta transformarse en páramos desolados. Los cientos, tal vez miles, de puestos de trabajo durante los años de vigencia de la promoción dieron paso a los despidos, retiros voluntarios y precarización. 

El régimen de diferimientos impositivos de los ´90 para proyectos agropecuarios fue otro de los grandes fracasos de las políticas paliativas y conformistas, que solo generan la falsa sensación de mejoría. Miles de hectáreas de emprendimientos olivícolas, la producción agrícola preferida para la inversión de los bonos fiscales, ahora permanecen abandonadas, marchitas y estériles, como su impacto en la matriz productiva provincial.

En un escrito aparte se podría analizar y describir el oportunismo de empresarios especulativos (y muchos, también inescrupulosos) que usufructuaron y abusaron de estos beneficios, a la vista de funcionarios permisivos y cómplices. Subsidios, créditos fiscales, préstamos a tasas especiales repartidas por los funcionarios de turno, discrecionalmente en empresas de su entorno o convenientemente elegidas. 

Como la mayoría de las experiencias anteriores, el sistema de reducción de aportes patronales anunciado por Fernández no garantiza un real impacto en la creación de empleo. Muchos de las “nuevas relaciones laborales” creados a partir del programa, muy probablemente sean viejos puestos de trabajo en negro. Que, la experiencia habilita las sospechas y suspicacias, hay que ver si no terminan beneficiando a las empresas amigas. 

Los programas de incentivo y promoción de la industria tienen más de 8 décadas de historia. Y, sin embargo, las inequidades y postergación de la matriz productiva y fabril de Catamarca permanece tal cual. Mientras se siguen destinando miles de millones en acciones coyunturales, las soluciones de fondo se postergan y los males estructurales se mantienen.

Catamarca sigue siendo una provincia productora de materia prima. La minería y el agro se quedan en la mediocridad de la producción primaria, postergando eternamente el desarrollo de los procesos de valor agregado. Siguiendo el mismo camino por el que se fueron miles de toneladas de mineral de Minera Alumbrera, el litio de la puna catamarqueña ya se está fugando de la provincia dándole trabajo apenas a quienes trabajan en su extracción. Igual que la producción agropecuaria. Porque en una región postergada, Catamarca es una provincia postergada. Que ve como sus vecinas Salta, Jujuy o Tucumán hacen plata con lo que aquí se produce.

Como en las anteriores experiencias fallidas, no hay mucha esperanza que este programa sea distinto. Como todas las anteriores propuestas analgésicas, a los políticos de turno se les acabó la imaginación en solo ocultar la convaleciente economía detrás de medidas paliativas. Que no curan, solo anestesian. La provincia tiene una fractura y sus gobernantes le dan un Geniol.

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