No se sabe todavía si el brasileño que le gatilló el revólver a Cristina Fernández de Kirchner es un loco solitario o responde a algún sector. Hay que ser prudentes con las conclusiones hasta que la investigación avance y se tenga alguna certeza sobre el ataque. Mientras tanto, es momento para recordar y reafirmar que la violencia no es el camino.
Quieras o no quieras a Cristina, quieras o no quieras a Macri, quieras o no quieras a Milei o a quien sea, la democracia tiene otras reglas de juego, y la única arma que los ciudadanos deben usar es el voto. Para apoyar al que le creés o te genera esperanza, para sacar al que no te gusta o te defraudó. Votás al que te representa, no le das tu voto al que te genera rechazo. Ahí se termina la historia.
Con el odio no se construye nada, con el odio se genera más odio, con la violencia más violencia.
Argentina no necesita armas de fuego para resolver sus problemas. Las balas sólo servirán para empeorar lo que está mal.
Tiene que haber libertad, tiene que haber paz, tiene que haber respeto y convivencia.
Si hay corruptos, en la política o en cualquier otra parte, que los condene la justicia.
Las balas y la muerte son una medicina que Argentina ya probó y sólo trajo dolor y desolación.
Sí a las críticas, sí a la disidencia, sí a la militancia, pero cuando se quiebra la paz ya no se puede volver atrás.
Lo que pasó anoche es muy grave, y debe servir para que los dirigentes políticos bajen un cambio. Para que dejen de atacarse y discutan ideas. Dejen de señalar para ver quién es más miserable y ganen el electorado con propuestas.
No aprieten más el acelerador porque ya estamos al borde del precipicio.