Cerca de mil judíos se pusieron de pie y aplaudieron cuando Javier Milei ingresó al salón principal del centro social Menachem Mendel Schneerson de Miami. El jefe de Estado llegó acompañado por su hermana y secretaria General de la Presidencia, Karina Milei para recibir la distinción “Embajadores de la Luz”, entregada por Jabad Lubavitch en reconocimiento al compromiso que tienen con la libertad e Israel.
Milei se acomodó en primera fila junto a su novia Fátima Florez, Gerardo Werthein -embajador designado en Estados Unidos-, Axel Wahnish – próximo representante de la Argentina en Tel Aviv, Karina Milei y el rabino Sholom Lipskar, anfitrión en el Centro Mendel Schneerson.
“Milei, el presidente argentino, es la luz ante tanta oscuridad”, consideró el rabino Lipskar antes de entregar la distinción al jefe de Estado. En ese instante, todos los invitados se pusieron de pie y ofrecieron a Milei un cerrado aplauso.
A Milei le pusieron un atril transparente, y dos pasos al costado ubicaron a Walter Kerr, un prestigioso interprete oficial que ya trabajó para cuatro presidentes. El rabino Lipskar había terminado su discurso y ahora le tocaba el turno al jefe de Estado. Milei habló en español y su dialéctica cautivo a una audiencia acostumbrada a perder la paciencia cuando las palabras son obvias y el tono es monocorde.
El presidente recordó su infancia fascinado por la película Los 10 Mandamientos, rindió homenaje a su abuelo materno que lo ayudó en su carrera universitaria y un día descubrió que era judío, comentó sus charlas con un estudiante de economía observante que después le enseñó como se puede aplicar la Tora para descifrar acertijos existenciales, y finalmente resaltó su profunda amistad con el rabino Wahnish, que propuso como embajador argentino en Israel.
Todos estos hitos personales, contados por Milei con emoción y muchísimos detalles, permitieron entender al auditorio porque un católico de nacimiento ahora se abraza a la religión judía. Y una vez que esa peculiar situación quedó fundada desde los recuerdos y las interpretaciones propias, el presidente avanzó en explicar adónde la Torá aparece para iluminar sus decisiones personales y políticas.
“En la Argentina, la política es más sucia que en el resto del mundo”, sintetizó Milei que esperaba la traducción en inglés para aplaudir, gritar o sonreír. Esta frase provocó esas tres reacciones en simultáneo. El presidente tuvo manejo de la escena, y jugó con los silencios para medir si su discurso se entiende, impacta o aburre.
Por eso, cuando ya llevaba treinta y cuatro minutos de monólogo, contó su última anécdota vinculada al leit motiv “Las Fuerzas del Cielo”, que es una cita del libro de los Macabeos (3:19) que hace referencia a la revuelta de los judíos contra el ejército invasor griego en el 166 antes de Cristo.
“Judas respondió:—Es fácil que una gran multitud caiga en poder de unos pocos, pues para Dios lo mismo es dar la victoria con muchos que con pocos. En una batalla, la victoria no depende del número de los soldados, sino de la fuerza que Dios da”, se puede leer en Los Macabeos (3.19).
La anécdota recordada por Milei describe un comentario de un periodista descartando que podía construir un proyecto de poder con sólo dos diputados en el Congreso (él y Victoria Villaruel). El entonces diputado electo respondió al cronista que “la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo”.
Cuando terminó su discurso, y para que no haya dudas respecto a su compromiso con Israel, Milei se abrazó con un rehén capturado por Hamas que pudo salir con vida desde la Franja de Gaza.