La bandera Gadsden, la serpiente cascabel enroscada y lista para atacar sobre un fondo amarillo. “Don’t tread on me”, dice debajo, “no me pises”. El símbolo es viejo, corresponde al período de la Revolución Americana, casi tan viejo como la democracia más vieja del mundo.
Cobró muchos significados a lo largo de su historia. Fue empleada como una marca de individualismo, un llamado al gobierno limitado, a la defensa de libertades personales. Después se puso peor: la enarbolaron las milicias de ultraderecha que proliferaron en el Sur americano en los últimos 50 años junto a las banderas confederadas, un símbolo de racismo y superioridad racial. Fue usada en los últimos años por esas mismas milicias que exhibían sus armas para chocar con el Estado en el fin de la era Trump y fue una de las banderas más prominentes del movimiento Tea Party. Su hora de brillo contemporánea, sin embargo, fue el intento de toma del Capitolio de este año. Estaban allí, en todos lados, mientras los partidarios de Trump atentaban contra la democracia.
En Argentina, en el año 2021, es el símbolo de los partidarios de Javier Milei, casi omnipresente en sus actos y en sus redes sociales. Ayer por la tarde, en el Luna Park, las cascabeles argentinas tuvieron su hora de brillo.
Se impusieron en el búnker de Javier Milei que ingresó al Congreso con un 17% de votos. Su jefe de campaña, Nicolás Emma, presidente del Partido Libertario y tercero en la lista del economista, agitó la bandera en el escenario mientras el nuevo diputado electo hacía su performance sobre la casta.
Debajo, minutos antes, los seguidores en el lugar cantaban una y otra vez: “¡BASTA DE NEGROS!”. Afuera, en la calle, vendedores de merchandising la ofrecían en trapos y posters. Varios chicos de pelo teñido se envolvían en ella.
Entre ellos, un joven alto, rapado, llevaba una bandera confederada atada al hombro, como un manto.
En la Argentina que desconoce los símbolos y tácticas del fascismo contemporáneo para instalar su retórica a simple vista, estas imágenes pasan por una amplia avenida con un público que espera que le pongan una esvástica en la cara e ignora las coincidencias. Todo el resto se escapa. Mientras tanto, un hombre lleva una bandera racista al cuello en un acto de un partido que participó en comicios democráticos, se hace el desentendido y no pasa nada.
Milei condenó este hecho
“Si yo lo hubiera visto a ese chico, lo habría sacado de patadas en el culo. Yo no puedo controlar a todos los que ingresan, cómo van vestidos. Si yo hubiera tenido conocimiento de esa situación, yo mismo me habría ocupado. Si durante el discurso, veo a alguien de esas características, yo me tiro al público y lo saco a patadas en el traste. Ahí no hay ni medio milímetro”, dijo a un medio radial.
Y reflexionó, tal vez definiendo la naturaleza de su movimiento: “Si hay alguien filo nazi acercándose a nuestro espacio, le diría que tiene un problema ideológico grave que no entiende la naturaleza de las características de nuestro movimiento. No por nada, cuando nosotros terminamos la exposición, esto lo hicimos en muchos actos, terminamos con la definición de liberalismo. Es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad. No tiene nada que hacer un nazi en esta estructura. Está por definición, fuera”.