Los funcionarios planta permanente

El sueño de miles de catamarqueños de conseguir estabilidad laboral y un sueldo sustancioso es, para un puñado de funcionarios provinciales, una realidad largamente alcanzada. A pesar de que los cargos políticos son considerados volátiles por depender de una designación, en el Gobierno hay muchos de estos jerarcas que consiguieron una permanencia similar a una planta permanente en el Estado. 

No importa cómo se desempeñen en sus tareas, no importa que los desplacen de sus cargos, siempre terminan consiguiendo otra designación. Caen en otro despacho, con otra jerarquía o cargo, y jugosas remuneraciones aseguradas.

El mundillo político siempre tuvo esa sensibilidad para con los suyos, a los que, como sea, termina acomodando en algún lugar. De aquí para allá, sin importar demasiado méritos, formación o experiencia, nunca falta un decreto que les garantice el sueldito de funcionario. Se los puede sacar de un lugar más prominente y enviarlos a la sombra de un “carguito” intrascendente, pero la platita en la cuenta sueldo a fin de mes siempre va a estar.

Patente quedó en esta actual gestión provincial, en la que los cambios en la planta de funcionarios fueron una constante. Solo en el Gabinete de Ministros se dieron una media docena de relevos. Pero solo uno no fue reciclado en otros cargo.

Daniel Zelarayán dejó el Ministerio de Producción y pegó el salto al directorio Caja de Crédito y Prestaciones de Catamarca. Francisco Gordillo se fue del Ministerio de Educación y volvió a la intendencia de Pomán, en la que estaba de licencia. Sebastián Véliz fue del Ministerio de Hacienda al Tribunal de Cuentas, como vocal. Y Marcelo Rivera, que le heredó el Ministerio de Desarrollo Social a su hijo, pasó de la cartera directo a una Secretaria de Gabinete en el Ministerio de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos.

Todos, por decisión política, fueron desplazados de lugares encumbrados y de mayor responsabilidad e importancia política. Pero ninguno quedó en la calle. Ni por cerca. Porque pertenecen a esa clase de catamarqueños privilegiados, a quienes la casta política siempre les asegura un lugarcito, aunque sea un rinconcito acogedor y económicamente seguro. 

Como ocurrió con el arquitecto Luis Maubecin. El caso más reciente de un funcionario de primer nivel, que dejó su despacho ministerial pero, en cambio, recibió un recoveco, mucho menos visible pero igual de rentable. Que tuvo que dejar el Ministerio de Turismo y Cultura, pero rápidamente fue cobijado en el ámbito de la Gobernación.

Para cumplir con esta tradición de sensibilidad, no es necesario que haya un lugar vacante ni desplazar a otros funcionarios. Es tanta la vocación por no dejar a nadie sin su sueldo de funcionario, que sí hay que inventar una nueva repartición, se lo hace. Y así resolvieron la orfandad del ex ministro de Cultura, reconvertido en Supervisor – Índice 2.10, en la Secretaría de Estado de Gabinete. De la gran poltrona ministerial a la humilde supervisión. Pero, con depósito mensual de varias centenas de mil. 

Llamativamente, fue a esa misma secretaría de Estado de Gabinete a donde cayó Marcelo Rivera tras abdicar en su ministerio en favor de su hijo. Una estructura que parece destinada a funcionar como hotel para recibir a los desahuciados del poder.

Queda claro que cuando el Gobierno habla de crisis, de ajuste, de insuficiencia de fondos para mejorar salarios o de achicar el Estado se refieren a la realidad de los catamarqueños del llano, de los trabajadores, asalariados simples y comunes. Porque para la casta de los funcionarios planta permanente, siempre hay un huequito y un remanente presupuestario para acomodarlos al calor reconfortante de los nombramientos. Como al arquitecto, ex ministro culturoso, al que le inventaron una dirección de Identidad Cultural, o algo parecido.

Desde el punto de vista político, dejar un cargo de primer nivel de gestión para ir a un huequito inventado en el organigrama, es un retroceso. Pero con mucha menos exposición, mucha menos responsabilidades, sin estrés, y tal vez sin demasiado que hacer, esas nuevas “funciones” no están tan mal. Sobre todo cuando la retribución pecuniaria es suculenta. 

Después de todo, han cumplido el sueño de miles de catamarqueños. Estabilidad laboral y sueldos generosos. Privilegios reservados solo para los miembros del selecto club de los funcionarios planta permanente. 

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