La tierra prometida

Después de una larga espera, Juan Cruz Miranda llegó a su tierra prometida. Trás tres larguísimos meses sin el acogedor reparo de un decreto que le asigne un cargo, juró como vocal del Tribunal de Cuentas. El nombramiento que lo devuelve al distinguido círculo de funcionarios, del cual había salido trás dejar el Ministerio de Desarrollo Productivo, se firmó el 5 de agosto y se publicó en el Boletín Oficial este viernes 8. En el medio, el 6 de agosto, ya había sido puesto en funciones con toma de juramento, fotito y felicitaciones de la ilustre concurrencia, muchos de los cuales sonrieron en el protocolar saludo mientras por dentro ardían de envidia.

 

Es que, realmente, esta designación significa para Miranda llegar a un lugar soñado por todos los adictos a los sueldos suculentos y cómodas oficinas que garantizan los altos cargos públicos. Clan de notables al que el flamante vocal supo pertenecer y permanecer de forma ininterrumpida, hasta alcanzar su destino final, el lugar de paz, el paraíso terrenal de la “inamovilidad” de la que gozan sólo un reducido grupo de elegidos. Ya no hay que temer por cambios de gobierno, complacer a jefes gruñones, ni depender de la firma de nadie, ni militar, ni ganar elecciones, ni andar de acá para allá en frenéticas comitivas o soporíferas y súbitas reuniones de gabinete. Nada de eso, llegó la hora del descanso.

 

También se podría decir que Miranda alcanzó el Nirvana, luego de un largo historial de cargos y reconversiones, en el que no le fue para nada mal; diputados provincial; concejal de la Capital; Caja de Crédito Municipal y otras áreas en la comuna Capital; Caja de Crédito y Prestaciones Provincial; Ministro de Gobierno; Ministro de Sistemas Productivos, y algún otro cargo que seguro se está escapando en el recuento. Hasta finalmente, luego de reencarnar en uno y otro cargo, se termina el ciclo y llega el estado de paz y ausencia de sufrimiento. Del confort de TC no lo saca nadie.

 

Fueron unos 15 años de peregrinación los que tuvo que atravesar para finalmente arribar a La Meca… la meca de la casta política, a donde solo se accede por obra y gracia del nepotismo y en la que nadie, una vez que se llega, vuelve a tener preocupaciones económicas, estrés laboral ni incertidumbre sobre el futuro. Dentro de las cuatro paredes de este santo recinto del acomodo, todo es tranquilidad y buen vivir.

 

Es difícil buscar en el merecimiento argumentos para la designación, en un sistema mediocre que reparte con arbitrariedad, según criterios de amiguismo y por favores políticos los cargos que otrora estaban reservados para los eruditos, con probada trayectoria, honorabilidad y otras virtudes. No quiere decir que Miranda no esté capacitado para ejercer el cargo. Pero ante la ausencia de concurso o instancias de selección amplias en las que el CV profesional sea el determinante, cae de maduro pensar que lo que realmente definió la designación fue la cercanía política y su largo recorrido político al Gobernador.

 

Tierra prometida, paraíso, nirvana, meca… Cuentenla como quieran, con los recursos literarios, las ilustraciones, comparaciones y firuletes que se les ocurra. Al final, nada cambia lo medular. Juan Cruz Miranda ya es vocal del Tribunal de Cuentas y desde el mes que viene comienza a cobrar sueldos como juez, unos 9 millones para arrancar, y estabilidad laboral hasta el fin de sus tiempos de actividad. El verdadero “quien pudiera”.

El catucho