Desde octubre del año pasado a esta parte, se viene confirmando una extraña característica en la vida política de la provincia, y es la casi total ausencia de la oposición.
Si bien existen algunas intendencias en manos ajenas al oficialismo, son como pequeñas islas en un océano, y las fuerzas opositoras quedaron reducidas a su mínima expresión en el nivel institucional, algo que se ve con total transparencia en la legislatura.
Como si cumpliera una durísima penitencia, pagando los “pecados” de sus pésimas conducciones, los dirigentes que osaron enfrentar al peronismo en la última década quedaron casi a la deriva, huérfanos de liderazgos, cumpliendo penosos roles que por toda acción los muestra cada tanto haciendo declaraciones en alguna radio, que con suerte levanta un digital.
Nunca, en los últimos 30 años, un gobierno estuvo tan cómodo gobernando.
El radicalismo, la principal fuerza opositora, está debilitado como nunca antes, haciendo gala de un poder autodestructivo sorprendente.
Ese partido, que fue la columna de una alianza hegemónica que se cansó de ganar elecciones durante 20 años seguidos, ahora se convirtió en una sombra.
La seguidilla de derrotas en las urnas y el haber tropezado cien veces seguidas con los desatinos de la conducción castillista-brizuelista, lo llevaron a rodar escaleras abajo hasta el último sótano de la instrascendencia.
Irónicamente, los únicos que sobreviven políticamente con sus privilegios son los autores de la debacle: Oscar Castillo y Eduardo Brizuela del Moral. Ellos gozan de sus bancas en el Congreso de la Nación, y desde allí pueden contemplar su desastrosa obra.
La UCR, que se alió con fervor al macrismo imaginando un resurgimiento a nivel local, chocó con el derrumbe amarillo y carga ahora sobre sus espaldas con todo el peso. Y no queda nadie más.
El PRO catamarqueño no existía con Macri en su apogeo, menos existe ahora.
La Coalición Cívica nunca juntó votos como para dejar de ser la alfombra de recepción de los candidatos radicales, y allá quedó con una diputación de Rubén Manzi como premio consuelo.
Las internas peronistas están contenidas de momento… y el gobierno navega en el rumbo que desea sin amenazas ni nubarrones políticos en el horizonte.
Nunca Lucía Corpacci tuvo un escenario tan prometedor en sus ocho años de mandato, como los que se encontró Raúl Jalil en seis meses.
La oposición debería organizar al menos un reality show para ver quién puede tomar la posta e intentar algo, porque al paso que vamos no llegan a juntar candidatos para el 2023.
Así las cosas, el único ruido lo hacen algunos sindicalistas… pero en Casa de Gobierno hace rato que se dejó de hablar de la oposición partidaria.