Hace muchos años que desde esta humilde columna cuestionamos el accionar de la Justicia, a la que definimos como un traje hecho a medida de los corruptos, con el desafío siempre abierto de que alguien mencione o recuerde un gran caso de corrupción que haya terminado con los responsables tras las rejas o devolviendo lo robado.
En nuestra Catamarca, desde hace décadas, desaparecen millones, hay malversaciones, robos, abusos, desfalcos, sobrefacturaciones… y nunca pasa nada. Los corruptos se pasean como señorones muertos de risa, decenas de funcionarios pasan de piojos resucitados a multimillonarios en meses; el Tribunal de Cuentas atrasa años, revisa siempre expedientes de responsables que ya dejaron sus cargos y sólo se preocupa de mantener sus privilegios de nombrar parientes.
Cuando algún caso finalmente es denunciado, siempre pasa lo mismo, se dilata, se dilata, se dilata hasta desaparecer. Las causas se evaporan y prescriben, nadie es condenado. La función pública viene con garantía de impunidad y sobran los ejemplos para probarlo.
La Justicia falla, no funciona, no existe. ¿Y por qué? Porque al parecer en su propia estructura anida la corrupción más exquisita, la más pulida, la más grave.
Caballeros y damas de guantes blanco administran la espada y la balanza, aparentemente convirtiéndola en un negocio de castigos y absoluciones tarifadas, aranceles para sacar resoluciones a la carta, coimas a granel, amiguismo, acomodo, favores políticos y económicos.
Preguntábamos hace un tiempo, cuando rodó la cabeza de Roberto Mazzucco, qué tan lejos se iba a llegar en la investigación o en la tarea de limpiar el Poder Judicial. Medio paso de tortuga, eso es lo que se avanzó. Terminó la función del circo y se levantó la carpa: todo sigue igual.
No hay de dónde aferrarse para los catamarqueños de bien.
La Corte de Justicia está cuestionada en su legitimidad, con jueces jubilados y vueltos a poner, en un procedimiento que la propia Legislatura puso bajo la lupa y nunca resuelve nada.
La Justicia Federal está sospechada y denunciada por vínculos con narcotraficantes, con múltiples testimonios que refieren cómo se “arreglan” casos y causas a cambio de un pago discreto.
La Justicia provincial muestra ahora videos de dos jueces camaristas aparentemente arreglando fallos a cambio de dinero.
Son abogados, son expertos en excusas, disquisiciones, alegatos y verborragia. Para todo tienen una explicación y una justificación. Pero han perdido todo: su imagen se derrumba ante la sociedad como el Titanic.
Se hunde irremediablemente porque nadie cree en la Justicia, porque la sociedad está convencida de que son corruptos, que además de sus sueldos de lujo, privilegios y comodidades, son insaciables que le ponen aranceles a sus fallos: ganarán los juicios los que más paguen, los que más billetes acerquen.
La Justicia parece regirse en Catamarca no por principios esenciales ni por la Ley, sino por las normas de la oferta y la demanda.
Si violaste y podés pagar, los amigos te lo solucionan. Si robaste y compartís, aquí no ha pasado nada, si vendés droga pero dejás un buen diezmo, seguí en lo tuyo.
La Justicia parece una estructura inmunda y podrida, una entidad putrefacta disfrazada de saco y corbata.
Los jueces y fiscales que deberían ser probos, nobles, intocables, justos; no merecen el respeto de una sociedad ya cansada y harta de ver tanta transa y negociado, donde según el apellido y la billetera uno ya sabe que no puede encarar un proceso judicial porque el final de la causa se resuelve de otras maneras.
No serán todos corruptos, seguramente. Habrá algunos honestos. Pero hagan una encuesta sobre la Justicia de Catamarca y los resultados serán inapelables.
Cosechan hoy lo que sembraron en años de ineptitud, corrupción y podredumbre.
Esta estructura servil a los bolsillos y a los políticos de turno, implacable con los ladrones de gallinas y suave con los poderosos, no merece ningún respeto.
Hablamos de sensaciones, de sentimientos, de pensamientos de una comunidad que exige cambios y respuestas desde hace tiempo. Y nunca los tiene. Dan asco.
Hoy todos hablan de video… es lo de menos. Averiguen y quizás vean que lo que parece excepción sea la regla de cómo se mueven las cosas por aquí.
Soy Mario del Campo,a mí me robaron un negocio, De artículos del hogar,el 14 de junio de 2004