La historia de sacrificio de Humberto Díaz y su familia que llega al corazón de la gente

Humberto Díaz tiene 13 años y vive en Chañar Punco, en la localidad de Santa Maria, Catamarca; hasta hace dos años vivía en los cerros, pero se tuvo que mudar al pueblo para poder hacer la secundaria.

El adolescente, hace dos años, se tuvo que mudar con su familia a Chañar Punco, una zona más urbanizada en la localidad de Santa María, para poder seguir la secundaria. En los cerros, la secundaria y la primaria que existían cerraron por falta de alumnos.

Ser el primero de su familia

Humberto tiene cinco hermanos. Sus cuatro hermanos mayores dejaron la secundaria por diferentes motivos y ahora solo consiguen trabajos precarios. Juana tiene 20 años y un hijo de 6 que se llama Santiago.

Hoy hay toda una familia que apuesta por la educación de Humberto, para que se convierta en el primero en tener su título. Detrás también tiene el apoyo de Minkai, una asociación civil que acompaña a los jóvenes de las zonas rurales para que puedan terminar la secundaria y si deciden seguir sus estudios, puedan contar con acompañamiento para hacerlo.

El sueño de ser profesor

Hoy cursa en la Escuela Nro 90 de Famatanca. Después de ubicarse con una mesa afuera a hacer la tarea, sale rumbo a encontrarse con sus 20 compañeros. “Mi materia preferida es Matemáticas y la menos preferida es Lengua. En Matemática estamos aprendiendo las fracciones. Es difícil pero me gusta. Cuando sea grande quiero ser profesor de Matemáticas porque me gustan y se las quiero enseñar a otros”, dice ilusionado.

Los alumnos recorren entre 10 y 12 kilómetros para ir a estudiar. La mayoría siempre vivió en las zonas rurales y se fueron mudando más cerca del pueblo. “Es una zona de trabajo agricultor, trabajan mucho en la finca y criando ganado. Esta es una comunidad de escasos recursos. Se trabaja mucho la tierra y a veces por falta de agua no se puede cultivar nada. Es gente muy humilde y todo les cuesta. En el instituto se piden muchas fotocopias y a veces ellos no tienen”, explica Fabio Hermosilla, director interino de la institución.

Para él, Minkai es un apoyo importante en la escuela porque promueven que cada vez más chicos puedan sostener sus estudios y pueda crecer la matrícula. “Humberto es un pibe de Los Saltos. Es una persona tímida pero con grandes aspiraciones. Ingresó el año pasado y le gustan mucho las matemáticas. Y su deseo es ser profesor de matemáticas y nosotros lo apoyamos mucho. Él es el único de sus hermanos de tener la oportunidad de venir a una escuela secundaria. Él acá va a salir recibido y lo vamos a acompañar para que pueda seguir estudiando”, agrega Hermosilla.

No tener lugar para estudiar

Hay muchas otras dificultades que los alumnos cómo él tienen que enfrentar para evitar el abandono: la frágil situación socioeconómica de sus familias, el trabajo adolescente, el bajo nivel educativo de sus padres y las distancias, entre otros. En el caso de Humberto, hubo un momento en el que su mamá ya no lo pudo ayudar más con la tarea. “No entiendo las materias que tiene él. Yo no tenía inglés ni educación física. No he aprendido eso. Yo tenía apenas maestros, no profesores. Él ha avanzado mucho, tiene 11 materias y yo no sé qué son 11 materias”, dice su mamá.

Cuando la familia se mudó al pueblo, lo hicieron todos juntos en una casa de adobe que era de un familiar. Hace un año, la municipalidad les construyó una casita de material pero que no alcanza para todos los miembros. Allí viven su mamá, tres de sus hermanos y una sobrina. “Todavía no nos pusieron ni luz ni agua. Nos presta la luz la vecina pero la pagamos. El agua también. Ya hicimos el reclamo en la municipalidad, pero nos dicen que no los pueden instalar porque estamos lejos”, reclama Alejandra.

Humberto se acomoda junto a Juana y Santiago en la vieja casa de adobe que no tiene ni luz, ni agua, ni baño ni cocina. Solo sirve para dormir. El resto lo hacen en la casa de su mamá, por turnos. “Cuando se va el sol, me voy a dormir. Hace mucho frío en invierno pero me pongo muchas frazadas”, cuenta sobre lo difícil que es no tener una vivienda digna.

Su mamá se divide el tiempo entre los cerros, en donde queda su marido (padrastro de Humberto) para cuidar a los animales, y el pueblo a donde va a cuidar a sus hijos. El más chico, César, está en 2do grado. Cuando su mamá está en el cerro, sus hermanas mayores quedan a cargo. En el día a día, Humberto ayuda a cortar y traer leña, lava su ropa y, a veces, cocina.

No falta nunca. Todos los sábados Humberto asiste a las actividades de Minkai, que consisten en talleres y tutorías en las que los becados reciben contención y adquieren habilidades blandas. “Mis hermanos no pudieron ir a la secundaria. Yo soy el primero. Mi deseo es poder tener una pieza para poder hacer la tarea porque sino me distraigo. Necesito un lugar en donde haya menos ruido y gente. Y también tener Wifi porque a veces me piden que busque la tarea por Internet y yo no puedo en mi casa. Tengo que hacerla en la escuela”, dice Humberto con la esperanza de poder tener más herramientas para sostener la escuela.

Las personas que quieran ayudar a Humberto y a otros jóvenes como él pueden:

-ponerse en contacto con Fada Luna de Minkai al (+54) 9 11 4169-7197.

-O donar directamente a través de este link: https://donaronline.org/minkai/sumate-a-minkai-ln

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