La eterna siesta judicial

Pueblo chico, infierno grande. Por allí pasa parte de la explicación de la podredumbre del Poder Judicial en Catamarca, donde las causas más importantes nunca prosperan, nunca se resuelven, nunca se aclaran. Agarran a algún pobre infeliz que manotea un desodorante en el supermercado, pero en hechos graves donde directa o indirectamente aparecen enredados los poderosos, se pone el piloto automático para que nada avance, para que el tiempo pase, para que todo quede en la nada. La apuesta al olvido es la única respuesta de un poder que de independiente no tiene nada, y son tan fuertes los lazos de unos con otros, que todo se inmoviliza automáticamente.

A éste no le conviene que se destape esa olla porque si no te destapo esta otra, y si vos te llevás tanto yo quiero tanto, y te archivo esto si me hacés un favor, y conmigo no te metas porque te ayude con lo otro. Es una maraña de familiares, amigos y socios que se cubren suciedades mutuamente y van buscando acomodos y negocios, compartiendo una impunidad garantizada por estructuras contaminadas hasta la médula.

Sobran, abundan, nos inundan los ejemplos. Acá nadie va preso, nadie devuelve nada, nadie responde. Todo se tapa, todo se esconde, todo se olvida.

Casos de corrupción estallan públicamente y ahí quedan, por meses, por años, por décadas, hasta que un día la sociedad se da cuenta de que los acusados ya desaparecieron de la escena pública, o se murieron, o volvieron al gobierno.

Un ejemplo bien fresquito es el de las financieras truchas, las estafas piramidales, donde se esfumaron millones y millones de dólares. Los capos de las trampas van quedando libres uno a uno. Y si Edgar Bacchiani sigue guardado es porque lo condenó la justicia cordobesa. Acá todavía están averiguando si es pelado natural o se hace rapar. Sí, acá, donde Bacchiani tenía empleados estatales en sus oficinas recaudando.

Pasaron más de tres años ya. Más de cuarenta meses. No pasó nada. Ningún funcionario se despeinó por el tema, aunque muchísimos -del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial- estaban metidos en la joda.

Y no es tan difícil: Córdoba lo demostró. Agarraron unas cuántas denuncias, apuraron un poquito a Bacchiani, y el tipo confesó. Así de rápido. A la tercera audiencia ya estaba regalado. Y ahora ya están avanzando para un segundo juicio por más denuncias. Mientras se sigue investigando, ya tiene una condena a nueve años en el lomo. Acá siguen en “trámites”, después de tres años y medio.

Mataron a un ministro y nada. Se van a cumplir tres años también. No pasó nada. Ni un detenido, ni una hipótesis seria, ni una respuesta. Hasta el fiscal que salió a decir que había sido una “muerte natural” sigue lo más pancho en su cargo.

La megaestafa del Registro de la Propiedad, articulada desde organismos públicos, en la nada. Es un carnaval eterno mientras la justicia duerme.

Las empresas estatales hacen lo que quieren sin rendir cuentas a nadie. Todo se arregla, todo se acomoda. Todos los organismos de control copados por el gobierno sin disimulo: ministros pasan a la Corte de Justicia, ministros pasan al Tribunal de Cuentas. Todos tienen que autoinvestigar sus gestiones. ¿Qué encuentran? Nada, qué van a encontrar, si son todos amigos, socios, parientes.

La única vez que los popes de la Justicia de Catamarca levantaron la voz fue para pedir más plata para ellos. Y entretienen a la tribuna con que te hago un jury, y me inhibo, y te inicio un jury a vos porque me querías hacer un jury a mí, pero me inhibo porque no te quiero o porque te quiero y empezamos de nuevo.

En Catamarca la justicia es una vergüenza. No funciona, y adivinen a quiénes les conviene que siga siempre así.