La escribanía oficial a pleno

La Legislatura local, que atraviesa uno de sus períodos más improductivos, sigue funcionando como mera escribanía del Ejecutivo, aprobando casi a libro cerrado todo lo que se le envía y mostrando un nivel de obediencia indigno de un poder que se supone es independiente.

El ejemplo más claro se vio con el Presupuesto 2023, mal llamada la ley madre, que apenas si recibió un tratamiento express y en un par de días se lo sacaron de encima para responder a las órdenes del Gobierno rapidito y sin chistar.

La conclusión es que, como viene sucediendo, el Ejecutivo podrá hacer lo que le venga en gana con el dinero público, ya que los representantes del pueblo, al menos los oficialistas, sólo están enfocados en las vacaciones y en la campaña que vendrá. Hay que entender que arrancaron en mayo a trabajar así que ya deben estar extenuados de tanto pensar y legislar. Son casi seis meses de ir a sentarse al recinto una vez por semana, un esfuerzo inhumano.

Antes por lo menos disimulaban un poco y metían sesiones extraordinarias, donde siempre se veía precisamente el Presupuesto, que es como una guía de lo que van a gastar el año que viene y cómo y en qué. Pero ahora le mandaron “aprobado” y a descansar.

Como los chicos que juntan figuritas del mundial, metieron varias repetidas, porque se proyectaron un montón de obras que ya se habían presupuestado antes y en teoría ya tendrían que estar hechas. Pero bueno, no es cuestión de ponerse tan detallistas.

Para completarla metieron hinchada propia, unos pobres militantes a sueldo para interferir en el “debate”, y como eso no era suficiente, cuando ya se aburrieron pasaron a votar y los que quedaron sin hablar mala suerte.

Un papelón tremendo que es la muestra de cómo se gobierna, con personas que asumieron la responsabilidad de administrar la cosa pública y están tan confundidas que creen que son los dueños de todo.

Un bastardeo más a las instituciones, algo que ya es costumbre, y que en el manejo de dinero ya se sabe cómo se expresa: le recorto a quien quiero, yo manejo todo, el que quiera algo me tiene que pedir a mí.

Los legisladores lo aceptan cómodos, la justicia se queja, pero el totalitarismo sigue su marcha.

Todo eso en la gloriosa Cámara de Diputados. Después la carpeta llegó al Senado, donde tras un pormenorizado y profundo análisis de 14 segundos y un debate de 33,4 segundos, se aprobó por unanimidad.

Llevás un contrato a una escribanía para que te certifiquen la firma y tarda más que los legisladores en hacer lo que les ordena el Ejecutivo.

El catucho 

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