Amor con amor se paga casi siempre, pero en política se paga con otras cosas. Por ejemplo, aportes, giros, transferencias, obras.
Raúl Jalil le declaró su amor a Javier Milei casi a primera vista… fue un amor a primer escrutinio, porque él que le había hecho campaña fervorosamente a Sergio Massa, él que compartía guitarreadas y mates con Alberto, cinco minutos después de que Milei fuera electo presidente aplicó sus superpoderes camaleónicos y empezó a tirarle besos y guiños al libertario.
Milei anunció el Pacto de Mayo y Jalil salió corriendo a decir que sí, que aceptaba, que lo firmaba, que lo amaba, incluso cuando Milei ni decía de qué se trataba el Pacto.
Milei sacó el RIGI y Jalil mandó a votarlo en el Congreso y después mandó a votarlo en la Legislatura.
La Ley Bases le parecía bien, el DNU le parecía genial, Jalil festejaba todo lo que hacía el Javo como hacen las mamás cuando los nenes les muestran sus garabatos en una hoja.
Jalil invitó a Catamarca a Milei y a Villarruel, al Poncho, a la Procesión, a la carrera de burros de Chumbicha, a lo que sea: lo importante era dar señales de humo, de luces y bengalas, para que Casa Rosada sepa que acá tenía un amigo.
Fue a 800 reuniones en Buenos Aires, se sacó fotos con Caputo, con Francos, con Bullrich, con Milei, con Karina, con Conan.
¿Pero qué paso? Nada. La moneda no llegó, la transferencia no llegó ¿estarán sin internet en Olivos? ¿O será que lo agarraron para la chacota y lo hicieron ir y venir para no darle nada?
Y no le cumplieron parece. Le prometieron de todo y era puro verso.
La famosa “prueba de amor” terminó en engaño como tantas veces.
“Te dí los mejores meses de mi vida”, podría decir Raúl.
Y fue así que un día volvió con los morochos del peronismo al CFI, y firmó un reclamo con sus excompañeros para que se reparta la torta.
Dicen que los demás lo miraban y recordaban la gran poesía inmortalizada por el Chavo del 8..
“Vuelve el perro arrepentido,
Con sus miradas tan tiernas,
Con el hocico partido,
Con el rabo entre las piernas”
El catucho