¡Inés Blas volvió al Congreso!

Figura intrascendente en la política lugareña, improductiva como legisladora, inocua a la hora de sumar votos… la señora Inés Imelda Blas es uno de los milagros vivientes de la casta reinante.

Tiene una sola cualidad/virtud/capacidad/don para participar en política: es amiga personal de Lucía Corpacci, a quien conoce desde la juventud. Con eso, le alcanzó y le sobró para aparecer en listas de candidatos y desplazar, a dedo y sin esfuerzo alguno, a militantes y dirigentes que luchan desde el llano.

Ahí donde otros hacían méritos y pateaban las calles, ella aparecía por la eterna bendición de la jefa, que la imponía en honor a la amistad.

Su suerte empezó a cambiar allá por 2009, cuando se la metió como “candidata a senadora nacional suplente”, acompañando a Corpacci, que era vicegobernadora pero iba a inaugurar su larguísima lista de renuncias y mandatos inconclusos.

Se votó a fines de junio y ambas perdieron claramente la elección. Como para no perder, si en el acto de cierre de campaña Lucía se mandó el histórico papelón del “Subí Ramón”.

Fue derrota ante los radicales Oscar Castillo y Blanca Monllau, pero Corpacci se quedó con la banca de la minoría, algo que más tarde sería para Inés Blas como sacarse la Lotería, el Quini, el Brinco y el Gordo de Navidad.

Porque en 2011, Corpacci, ya fallecido Néstor y con el aval de Cristina, apareció como candidata a gobernadora y ganó.

De regreso a la provincia, dejó vacía su banca en la cámara Alta del Congreso de la Nación, donde le quedaban ¡cuatro años de mandato! Un regalo del cielo, con dieta y pasajes incluidos. Y para allá se fue corriendo Inés Blas, aquella suplente que nadie había tenido en cuenta dos años antes.

Blas completó el mandato sin pena ni gloria, y si bien cobró puntualmente sus sueldos, para Catamarca no dejó nada. Se la pasó hablando de la Universidad del Oeste de Catamarca (UNOCA), un proyecto que al día de hoy avanzó menos que la Selección de Venezuela en los mundiales FIFA, y más o menos dos veces por semana se juntaba con alguien de Aerolíneas Argentinas para sacarse una foto y pedir más vuelos. Nada más.

Cumplidos los cuatro años, en 2015 y con Corpacci ya afianzada como gobernadora, hizo su pase mágico de “amigas por siempre” y logró que la candidatearan para la reelección. Claro que no encabezó la lista (fue detrás de Dalmacio Mera) porque no aportaba ni medio voto, pero empujada por el triunfo de Corpacci retuvo su banca, y se aseguró seis añitos más.

Tenemos así a una señora que, sin votos, sin discurso y sin trabajo serio, pasó una década de su vida en el Congreso de la Nación, gracias a ser la “amiga de…”.

Y bueno, un día se cumplió su segundo mandato y ya está. Diez años de lujo parecían más que suficientes. Pero no. Quiere más, y apenas terminada su larguísima “¿gestión?”, ya volvió al Congreso.

Increíble pero real. Sigue cobrando un sueldo del Estado. ¿Cómo lo logró? Como siempre, por su amiga.

La otra vez senadora nacional Lucía Corpacci, la puso en su lista de asesores pagos con categoría A1… ¿qué tal? Diez años como senadora nacional y ahora agarra un carguito de planta política para pinches, para cobrar como asesora.

Se dirá que no hay impedimento legal. Claro, y tampoco hay vergüenza.

¿Tiene que cobrarle al Estado por “asesorar” después de haber vegetado una década en su banca?

Párrafo aparte para Lucía Corpacci, la misma que grita a los cuatro vientos que quiere terminar con los privilegios de la política. No se nota señora. Es la abanderada de acomodar familiares.

Un papelón total, caradurismo insólito de quienes hacen lo que sea para no largar la teta del Estado. Todo sea para la casta política por seguir yendo al cajero automático, hasta la muerte y si se puede después también.

 

En parte se entiende, con lo que gana un jubilado, Blas necesita unos pesitos. Porque este Mauricio Macri con su reforma jubilatoria liquidó a la pobre clase pasiva. Ahhh… un detalle final y nos vamos. Doña Inés Blas, que no se cansa de hacer la “V” para las fotos, apoyó con su voto esa reforma de Macri. Así estamos.

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