Huyendo del barco

Casi como miserable puede calificarse la actitud de Cristina Fernández de Kirchner, que en lugar de acompañar y respaldar al presidente en un mal momento, salta del barco porque entró agua y le prende fuego públicamente.

Cómoda, egoísta, histriónica, Cristina incendia a Alberto para despegarse, simulando que él no cumple con el mandato que ella le dio.

Realmente cree que el país es de ella y que tiene más poder que el presidente. Y como ahora las papas queman sale a gritar culpas para lavar su imagen.

No es que seamos super memoriosos, pero ¿no estaba ella en el acto de cierre de campaña hace una semana? Fue hace un par de días, si mal no recordamos. Y allí pareció estar muy de acuerdo con el gobierno. De repente si pierden ella es la jueza de gestión, claro… si ganaban iba a ser la artífice de la victoria. Así es muy cómodo.

Llámenlo como quieran. Huele bastante a traición lo que hizo Cristina, atacando a su propio gobierno, moviéndose como patrona de estancia, avasallando la investidura presidencial.

Pocas veces se vio en el peronismo a alguien que se lave las manos así, y que escape repartiendo culpas en lugar de hacerse cargo de un traspié.

Parece que la ambición le ganó al cerebro, el ego le ganó al proyecto, la vanidad a la militancia, la estupidez a la inteligencia.

Todo para ver quién mete más ministros o si La Cámpora avanza o retrocede en espacios. ¿No vieron los resultados de la elección? ¿No se dan cuenta de que la gente pide otra cosa?

Lo que está haciendo Cristina no es un gol en contra, es una goleada. Y festeja el macrismo y la oposición, que mira callada y disfruta, cómo ella solita se encarga de hundir al gobierno.

Como dicen los afiches que pegaron cerca del Congreso de la Nación… Déjense de joder.

El Catucho

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