Hacia un parto complicado

Pregnant woman life

Nueve meses, lo mismo que un embarazo, es lo que falta para las elecciones legislativas de octubre. Y las cabecitas de cientos de políticos están puestas en la definición de las candidaturas, unas poquitas para el Congreso Nacional y unas cuantas más para la Legislatura local y los concejos deliberantes.

La gente común dirá… oh, la política otra vez, hay cosas más importantes. Que el coronavirus, que los problemas económicos. Pero hay que entender esto: para la clase política, la definición de candidaturas es algo así como el reparto de billetes de lotería que ya están con premio asegurado.

No todos, claro, pero digamos… los diez primeros de las listas de diputados saben que entran de cabeza. Los primeros candidatos a diputados nacionales entran de cabeza. Entonces hablamos de una “candidatura” que es una fija en el hipódromo, es saber que si son bendecidos para ese cargo tienen asegurados unos 20 millones de pesos de ingresos en los próximos cuatro años si consiguen una banca provincial, y muchísimo más si se catapultan a Buenos Aires. ¿Qué les parece? Es otra vida, es la seguridad para siempre, el lujo, la comodidad.

Los que son medio pelo para bajo se desesperan. Y los que ya están acomodados no quieren soltar ni locos, porque incluso para los millonarios esos lugares son ideales para subir de nivel, para acceder a otros círculos, para hacer más negocios. Es la llave del paraíso.

Después está la política a otro nivel, concejalías (ojo que ganan muy bien también), espacios para ir creciendo, para hacerse ver.

Bueno, capaz nos equivocamos, capaz que la motivación es servir al pueblo, luchar por los pobres, y todo eso. Sí, seguro que sí. Los beneficios y privilegios vienen de yapa.

El tema es que por cada puestito que queda vacante hay como 30 aspirantes Y lo que se viene es una lucha salvaje por esos lugares.

Chupadas de medias, traiciones, promesas, serruchadas de piso, pases de facturas. Ahora se viene de todo: empiecen a mirar los Facebook de los políticos, se van a poner loquísimos.

En el oficialismo están más o menos tranquilos. No ven gran peligro, pero tampoco están como para hacer la plancha. Tienen que mostrar fuerza, porque si tienen una elección ajustada en Capital, por ejemplo, pueden envalentonar a la oposición, pueden motivar amenazas de dispersión interna… y todo es plata. Porque acá el que se sabe decisivo empieza a cotizar mejor.

“¿Viste que casi perdés Capital? Si nos vamos en la próximo se te viene la noche. ¿Querés que me quede? ¿Qué me ofrecés ahora?”. Es así, la mitad se ofrece para ayudar, la mitad amenaza con romper y hacer daño. Cada uno juega con las cartas que tiene en la mano.

En toda la provincia son decenas y decenas de lugares en juego. Pero nadie quiere ser tercer concejal suplente en Villa Cucurucho. Todos quieren ir a lo seguro. Por esos lugares es la pelea.

Y con las listas sábana, lo que importan son dos o tres nombres: esa es la oferta electoral. Después los demás entran pechando atrás.

Por eso el Gobierno irá en busca de Lucía Corpacci. La quieren como candidata a senadora, para que asegure votos. Ya no mide como en sus tiempos de gobernadora, lo saben todos, pero sigue primera. Como pasó con Eduardo Brizuela del Moral, por mucho tiempo va a mantener un piso de votos interesante.

El peronismo necesita a Lucía candidata otra vez. Con eso le alcanzaría para tapar diferencias internas y enojos. Pero…. ¿y si no acepta?

Ella no tiene que renovar banca. Recién lleva un año y un par de meses como diputada nacional. ¿No es poco serio que se vuelva a candidatear para otro lugar en el mismo Congreso donde ya está? ¿Tendrá ganas de salir a hacer campaña otra vez?

Parece que se puede cortar el cordón umbilical: “Muchachos, ya les dejé el gobierno, ahora trabajen ustedes”, les puede decir.

¿Qué sería del oficialismo en las urnas sin Corpacci en las boletas? Puede mancarse, quizás no pierda la elección, pero olvídense de las victorias aplastantes a las que se vienen acostumbrando. ¿Irían por candidaturas “testimoniales” como en 2009?

Ojo porque hace rato que en Catamarca no se trabaja políticamente. Y una patada en el tablero puede abrir otro juego.

El Catucho.

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