“No se enojaron por el reparto de cargos, se enojaron porque quedaron afuera”, dice un viejo radical que supo vivir los años dorados del Frente Cívico y fue a chusmear al Comité el lunes a la noche.
Ahí, insulto va, insulto viene, se discutió por el acercamiento secreto con el Gobierno, donde hubo ofrecimientos de lugares muy cómodos a los muchachos que perdieron las elecciones pero pueden ser útiles para que la Legislatura funcione como escribanía con los próximos proyectos de Raúl Jalil.
A muchos les gustó la idea, porque entre volver al llano y tener un puestito cómodo, bueno, es fácil elegir. Pero a otros no les gustó nada, porque ven que el Gobierno hace lo mismo de siempre: divide y reinarás, se mete en la oposición y la destruye. Lo hizo en la interna, lo hizo en las elecciones y lo quiere volver a hacer.
Por eso se armó un escándalo en el radicalismo, porque hay muchos que prefieren asumir la derrota y empezar la pelea de nuevo antes que claudicar tan fácil y venderse. Ojo que es complicado, porque hay que atravesar un desierto interminable hasta la próxima elección, pero varios correligionarios se dan cuenta de que no se la pueden seguir haciendo tan fácil al peronismo.
Esa es la pelea, resistir o acomodarse, no se discute otra cosa. Ahora van a esperar la Convención para decidir. Y no es mucha la fuerza que pueden hacer, porque perdieron en octubre con el oficialismo y con los libertarios, y tienen que remontar desde el tercer puesto para alguna vez volver a discutir el poder. Y falta mucho, muchísimo.
Pero si la UCR se entrega ahora desaparece, el peronismo se la va a comer como un pancho. Más de uno se da cuenta de lo que está pasando, por eso piden no transar y no caer ante los encantos de un índice jugoso.
Es el momento más difícil del radicalismo de Catamarca en 40 años. Ahora la consigna no es ganar o perder, ser gobierno o ser oposición. Es resistir en la mala o venderse y desaparecer. Tremenda encrucijada.
El catucho
