La conferencia de prensa del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, generó grandes expectativas desde su anuncio el pasado viernes al mediodía. Aunque los mercados reaccionarán el lunes, se anticipa que la apatía de las últimas semanas se prolongue. Los inversores mantienen expectativas, pero ha terminado la fase inicial de optimismo con el nuevo gobierno.
Bausili detalló la principal medida anunciada: los pasivos remunerados del Banco Central pasarán al Tesoro, que emitirá letras de “regulación monetaria” para gestionar el flujo diario con los bancos. Esta medida cierra una vía de emisión monetaria, limitando los intereses sobre pasivos bancarios.
Sin embargo, la deuda persiste, ahora bajo el Tesoro en lugar del Banco Central, trasladando el riesgo a los bancos, recordando el “reperfilamiento” de la deuda en pesos de 2019 tras la crisis cambiaria post elecciones. Hernán Lacunza, ex ministro de Economía, advirtió sobre el riesgo de hiperinflación en aquel momento.
Bausili y Caputo reconocieron el incremento del riesgo fiscal con este cambio de deudor, comprometiendo un mayor superávit para cubrir los intereses de la deuda.
El gobierno sigue bajo la estrategia de “ancla nominal” para combatir la inflación, con recientes medidas restrictivas en la compra de dólares y sin cambios en la política cambiaria vigente.
Respecto al cepo cambiario, su levantamiento se posterga sin fecha definida hasta que la economía muestre signos sólidos de recuperación.
Las reservas netas, tras alcanzar mínimos críticos, se mantienen neutras, limitando la capacidad de acción del Banco Central. La falta de estrategias claras para aumentar reservas afecta la confianza del mercado, reflejada en un aumento del riesgo país.
En cuanto al FMI, no se anticipan avances significativos en la negociación de un nuevo acuerdo para fortalecer las reservas en el corto plazo, complicado aún más por el contexto electoral en EE.UU.
Ante la falta de noticias favorables en el frente cambiario, el gobierno apuesta a una significativa reducción de la inflación como su principal objetivo económico. La decisión de postergar aumentos en tarifas y combustibles refuerza esta estrategia, aunque desafíos estacionales y regulatorios podrían moderar los avances.
A pesar del rebote inflacionario anticipado para junio, se espera una desaceleración en los próximos meses, apoyada por un menor aumento en alimentos y bebidas. La meta del gobierno es alcanzar niveles de inflación mensual cercanos al 2% a partir de agosto.
Con medidas restrictivas adicionales y expectativas de reducción en impuestos que abaraten importaciones, las probabilidades de un derrumbe inflacionario son altas.
Aunque los pronósticos del FMI y el Relevamiento de Expectativas de Mercado sugieren una inflación del 4% al 5% hasta fin de año, Caputo aspira a un descenso más drástico, alineado con la estabilidad del dólar oficial.
Esta potencial disminución podría no solo mantener el apoyo popular a las políticas económicas, sino también acelerar la recuperación salarial iniciada en marzo.
La decisión de postergar la liberación del cepo, para evitar riesgos, podría ser riesgosa a largo plazo. Caputo reconoce que mantener las restricciones cambiarias afecta la recuperación económica del país.
El gobierno podría verse obligado, quizás en el próximo verano, a tomar decisiones complejas para acelerar la salida del cepo, impulsando el ingreso de divisas y facilitando el retorno a los mercados financieros.