El joven piloto argentino Franco Colapinto aprovechó su tiempo en el país para rendir las materias que le quedaban pendientes y finalizar el colegio secundario. Debido a sus compromisos en el automovilismo, no había podido cumplir con esta etapa educativa previamente.
Durante un día libre en Buenos Aires, Franco rindió los exámenes necesarios para cerrar este capítulo. Años atrás, debió abandonar el colegio por las exigencias de su carrera deportiva, que lo llevó a Europa a una edad temprana.
Con solo 14 años, Franco se mudó al Viejo Continente para perseguir su sueño en el automovilismo. Antes de partir, había decidido estudiar en una escuela técnica, dado su interés por la mecánica. “Fue un esfuerzo tremendo para toda la familia”, recordó Andrea Trofimczuk, su madre. “Lo llevábamos todos los días a prepararse para el curso de ingreso, viajando de Pilar a Don Torcuato, incluso con su hermana Martina a cuestas. Era un ingreso muy exigente, de miles de alumnos quedaban menos de cien”.
Esta muestra de perseverancia y esfuerzo reafirma el compromiso de Franco no solo con su carrera, sino también con sus metas personales.