“¿Arranca o no arranca?” decía el eslogan de una vieja publicidad de bujías. Y bien podría ser la pregunta con la que sondear en el comercio sobre el funcionamiento del Marcatón, el programa de impulso al consumo con descuentos, anunciado con un enorme despliegue de propaganda y que parece cerrar su primer mes con un rotundo fracaso. Lo sabemos porque varios referentes del sector económico se encargaron de comunicarlo.
Que los resultados del programa, lanzado entre bombos y platillos, fueron funestos es indiscutible. No solo lo dicen los pequeños comerciantes, después de ver que el sucedáneo del One Shot no le hizo ni la tos a la caída del consumo. Sino que también lo ratifican los referentes de organizaciones como la Federación Económica, la Cámara de Supermercados o la Unión Comercial de Catamarca, que compilan datos y consolidan estadísticas de PyMEs del sector.
Ni al almacenero del barrio, ni en la verdulería de la esquina, ni en la cadena de supermercados provincial, o en la ferretería o el corralón… No hay nadie que diga que el sucesor del One Shot haya sido medianamente exitoso. “No fue lo que esperabamos…”, dicen con corrección política, resumiendo el panorama desolador y la sensación de preocupación entre los comerciantes. Coincidencia total, el Marcatón (nombre raro, si los hay) defraudó.
En lo que parece no haber mucha claridad es en las causas. Los montos de descuento y los topes, si bien inferiores al extinto One Shot Plus, no dejan de representar un aceptable ahorro, sobre todo para el consumo en el contexto de un grupo familiar. Con lo que, aunque ya no representa el irresistible 50% off que se ofrecía antes, por ese lado el consumidor tendría más que válidas razones para capitalizar el potencial ahorro.
Se devanan la cabeza pensando en que falló, mientras hacen las cuentas de las miserias que les dejó el nuevo Días de Ensueño que ahora, más bien, los desvela. Que es engorroso; que los márgenes de crédito limitan a los consumidores; que la gente tiene que aprender a usarlo; son algunos argumentos con los que intentan explicar la bajísima recaudación devenida del programa. Aunque no parece ser suficiente explicación.
“El aporte más importante de la facturación lo estaba dando la tarjeta de débito”, apuntan desde la FEC, dando una pista interesante para llegar al meollo de la cuestión… La gente consumía con débito y cuando el programa migró a la tarjeta de crédito, cayeron las compras. “El banco tiene que emitir más tarjetas”, sentencian algunos con la seguridad que con eso el consumo se recuperará. ¿Si? ¿Y a quienes les va a emitir el banco tarjetas de crédito? ¿A desempleados? ¿A trabajadores en negro? ¿A empleados con historial crediticio salpicado por las deudas de la necesidad? ¿A empleados que ingresan sueldos de miseria? Dificilmente.
Y por ahí viene la madre del borrego. Cuando en su última etapa el One Shot concentró las operaciones en las billeteras BNA+ y MODO, habilitando el uso de tarjetas de débito virtuales, miles de catamarqueños abrieron una caja de ahorro en el Banco Nación, con las facilidades que da la banca digital, y comenzaron a hacer uso del programa. Solo hacía falta tener un CUIL (todos los argentinos lo tienen), darse de alta en la app, abrir la cuenta y agregar fondos. Servido en bandeja. Y en buena hora que miles de catamarqueños lo pudieron aprovechar.
Pero ahora, limitando las operaciones a la compra con tarjetas de crédito dejan afuera a una gran porción de la población que no tienen ni califica para tener una. Como también deja afuera a muchos que tal vez podrían tramitarla pero no pueden pagar los altísimos costos de mantenimiento de los servicios bancarios.
Resumiendo, la explicación es que el aporte más importante de la facturación la aportaban miles de catamarqueños que viven al día, puchereando, dándose vuelta para parar la olla, buscando con ingenio cómo hackear la miseria. Esos que sportan la crisis y la banca considera un lastre. No impriman tantas tarjetas de crédito que no hay a quién dárselas. Tampoco esperen un repunte de consumo. No hay quién compre. La respuesta está ahí. Adaptando la famosa frase… “es la precariedad económica, estúpido ”.
El catucho