El robo que no fue robo y las mentiras de un Gobierno que huele a podrido

¿Qué pasó en el Barrio Parque América? Parece que hubo un robo, fue lo que dio a entender la policía, pero tal parece que el robo no fue robo. Ahí pasó otra cosa, algo así como que se destapó una olla.

La policía recibió el alerta y fue a hacer lo que tenía que hacer. Intervino, recibió la denuncia, detuvo a los implicados y puso el tema en manos de la justicia. Nada para reprochar: actuaron bien. Las sorpresas llegaron después.

Parece que las víctimas no eran tan víctimas, ni los ladrones tan ladrones. Es un hecho más atado a ese escándalo de las financieras, las estafas piramidales, las criptomonedas, los depósitos con ganancias mágicas, la gran joda que atrapó a miles de catamarqueños hasta que cayó Leonardo Cositorto allá, cayó Edgar Adhemar Bacchiani acá, y detrás de ellos todos los demás.

Esas causas siguen abiertas. Todas. No hubo ni un juicio, no se encontró un peso, no se castigó a ningún culpable. Pasaron casi dos años y medio y todo sigue igual.

El robo tiene que ver con esa historia. Con depósitos de fortunas que se hicieron en RT Inversiones, la cueva de los Bulacio, una familia con menos circo que Bacchiani, pero que según los cálculos manejaba mucha más plata que el Pelado. La familia liderada por Edgardo Bulacio, el buen muchacho que se iba de vacaciones a las playas con el ahora juez federal Miguel Ángel Contreras, que se negó a investigar esa causa por sus lazos con los estafadores.

El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, y la plata no aparece. Y ahí está el tema, porque la plata no aparece pero tampoco desapareció: alguien la tiene. Y muchos la quieren. Ya no quieren ganancias ni intereses, ya se tragaron ese sapo. Lo que quieren es recuperar como mínimo la que pusieron.

Muchos de los que se hicieron millonarios de la noche a la mañana, quedándose con la plata ajena, gozan de la buena vida, porque pasan un ratito en alguna celda y ahí nomás reciben beneficios de domiciliarias, por ejemplo porque les salió una ampolla en el pie o porque estornudaron.

Y los estafados saben dónde están, saben quiénes son. Y se están cansando de esperar. Y están empezando a reclamar lo que la justicia no reclama: que devuelvan la guita.

Por ahí viene la historia del “robo” en Parque América donde le habrían ido a reclamar a Rolón Reynoso que devuelva un dinero en pozo que habían invertido un grupo de personas.

Parece que más que un robo fue un encuentro entre estafadores y estafados. Y la sorpresa fue que en el hecho saltaron nombres y apellidos conocidos, muy conocidos. Muy muy conocidos. Familiares de poderosos, de gente que está metida en el Poder Judicial, en el Poder Legislativo, en el Poder Ejecutivo. Metida hasta la médula.

Y ahí empiezan las mentiras de un gobierno que no puede denunciar ni actuar ni hacer justicia ni resolver nada. Porque no puede dar un paso sin autoinvolucrarse. Porque el gobernador Raúl Jalil prometió que iba a echar a quien sea si descubría que estaba en el tema de las estafas. Pero si lo hacía se quedaba sin gobierno, gobierno que cobraba su tajada, que estaba al tanto del negocio y hacía la vista gorda.

Jalil tiene como coartada decir que él denunció. Pero no denunció mucho. No denunció a los ministros, legisladores, intendentes y proveedores de su gobierno que timbeaban ahí, con plata propia y ajena. Con plata pública. No podían escarbar demasiado, si su propio hermano era compadre y socio del más famoso de los estafadores.

Si en las escuchas y en las testimoniales están las pruebas de los vínculos, de las fiestas, de las ganancias. Y la justicia está hasta el moño.

Reynoso, Nieva, Carrizo, todos los involucrados en el robo son familiares o cercanos a algún funcionario.

Ahora están entrampados. No saben qué hacer. No tienen como salir sin que se arme un escándalo, y van tapando cada mentira con más mentiras. Enterrándose en un océano de barro inmundo.

El mismo parte policial dice que hizo allanamientos y se llevaron teléfonos y computadoras. Cosas que no habían sido robadas. Nadie sabe dónde termina esta cadena de influencias, entre autoridades, estafadores y estafados. No pueden parar, no pueden esconder.

Todo huele a podrido porque está podrido. Y la mugre es cada vez más difícil de esconder.

El catucho 

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