El proceso de autodestrucción radical marcha sobre ruedas

Si le hubieran dado la responsabilidad de elegir los candidatos radicales al peronista más fanático, no lo podría haber hecho peor que la conducción radical, que completó un mamarracho total, una exhibición de incompetencia a cielo abierto, para que todos vean y a nadie le queden dudas del desastre que es el partido.

Después de pasarse los primeros meses del año hablando de la importancia de unirse, llegó el día de la Convención Provincial y se llamó a elecciones internas, una interna que no pudieron hacer.

Es decir, los que quieren conducir la provincia no pueden conducir ni su partido. En medio de un éxodo cada vez mayor a hacia La Libertad Avanza, y con los representantes de sus líneas tirándose de los pelos y lavando los trapitos sucios en público, se les ocurrió que lo mejor era llamar a elecciones.

A la media hora ya se habían bajado casi todos. Ojo que esto para algunos fue un fracaso y para otros un éxito, porque es casi evidente que no querían que se hiciera ninguna interna.

Pero siguieron con la simulación hasta el final, judicializando como siempre, repartiendo sus frustraciones entre estudios de abogados y medios de prensa, con los afiliados que quedan tomando mate en la casa.

Y armaron una lista espantosa, menos competitiva que el Boca de Russo, dejando una imagen penosa de los herederos de un partido que, créase o no, gobernó la provincia 20 años seguidos.

Los hijos del poder, los de aquel poder, mantienen la nariz respingada y la mirada sobre los hombros de los demás, pero por lo visto no tienen la menor idea de cómo hacer política. Después se preguntan porque pierden hasta con los votos en blanco.

Sin sangre y sin alma, este radicalismo pide auxilio a quien sea, porque está a punto de apagarse definitivamente si es que no logra subirse al tren libertario. Quería salvarse con Macri y quedó más hundido de lo que ya estaba.

Los más nostálgicos hablan de un gran frente opositor porque quieren reeditar el Frente Cívico, pero ¿cómo van a juntar a otros partidos si no pueden ni juntarse ellos mismos?

Hay quienes dicen que este presente es la jugada maestra de Raúl Jalil, que terminó de liquidar a la UCR con el Pacto de Ipizca. Habría que ver si Oscar Castillo sigue teniendo poder como para mantener a todos los radicales bajo su zapato.

Es más probable que estas derrotas y fracasos constantes sean mérito propio, como si se hubieran propuesto destruir su propio partido, una tarea que viene saliendo a la perfección.

El catucho