Se acercan las elecciones y Raúl Jalil comienza a ver la cara de sus enemigos políticos, que están cada vez más cerca suyo. Porque el peronismo le ha declarado la “guerra” y hoy el Gobierno recibe más ataques de la tropa interna que de la oposición.
Del propio gabinete de Jalil se hacen circular y se mandan a publicar encuestas contra el mandatario, hachando la base del árbol que lo sostiene.
Hay legisladores y ministros que ya hablan con más ferocidad que los radicales, y todo se explica por la definición de las candidaturas, donde todos quieren meter la nariz y están convencidos de que atacar al jefe es el mejor camino.
Raúl no es Lucía Corpacci. Raúl ganó en 2019 gracias a Corpacci, pero él no tiene seguidores fieles ni fuerza para agrupar a todos. Por eso la interna está en llamas, y hacen fila para decir que mide mal, que tiene imagen negativa, que nadie lo apoya.
El Plan A es que Jalil vaya por la reelección. Pero quieren hacerle pagar un precio alto amenazándolo con restarle apoyo.
La ironía es que hay ministros puestos por Jalil que lo están traicionando en su propia cara, que largaron su campaña haciéndose los díscolos por un lado y cabeceando para decir sí Raúl por el otro.
Como el corpacismo está relegado (Lucía ya acomodó a los suyos) y el jalilismo no existe como línea política, es Raúl y nada más, las segundas líneas salen desbocadas.
Hacen operetas de prensa, andan a full con WhatsApp y las redes sociales, atacan al gobierno diciendo que no es peronista, que hace negocios, que mete todos radicales y la guerra recién empieza.
Algunos hasta se atreven a imaginar alguien que le haga frente al gobernador en una interna, y todos miran a ver quiénes e anima a dar el primer paso para romper. Porque ahora la mayoría de los movimientos se hacen a escondidas, mandando al frente a militantes o periodistas comprados a tratar de instalar el tema. Nadie se anima a dar el salto, a sacar los pies del plato, porque saben que no será gratis.
Jalil no tiene aliados políticos. Todo lo que puede hacer es disciplinar con la lapicera y la chequera, pero ahora no le alcanza, porque justamente es la chequera y la lapicera lo que le quieren sacar.
Detrás de esa pelea, lo cierto es que el oficialismo se está tirando tiros en los pies, y jugando con fuego porque no le sobra nada como para creer que tiene la próxima elección ganada.
No vaya a ser que la oposición aproveche para sacar ventaja mientras los peronistas se pelean entre ellos.
El viejo peronómetro está de regreso, y Jalil se enfrenta a su mayor desafío: demostrar que puede liderar y ordenar el partido puertas adentro. Sin ayuda, muchos creen que es imposible, porque nunca condujo.
¿Qué pasará? Hay mucho en juego y en el gobierno nadie confía en nadie. Se encendió la mecha de una interna brutal que puede ser peor que la elección general.