El hombre venía haciendo una carrera impecable como aplaudidor en los actos, pero un día le cumplieron el sueño de vestirlo de ministro y se le derrumbó la imagen. Tanto que presumía de ser experto en educación, en negociación, en solución de conflictos, el “Taro” Molina metió la pata y ahora todo el país habla de su papelón.
Desde Infobae a Urgente24, cientos de portales de toda la Argentina se hicieron eco del escándalo del funcionario, uno de los tantos que accedió al poder por sus contactos de amigos y familiares.
Torpe como pocos, el Taro ni siquiera se cruzó con otro político, sino que se hizo el recio con un grupo de humildes estudiantes. ¿Por qué? ¿Los chicos le faltaron el respeto, lo agredieron, se desubicaron? No, le pidieron que les construyeran una escuelita.
Y el señor ministro, uno de los tantos héroes de nuestra provincia que embolsa alrededor de cinco millones de pesos al año que le pagamos todos, sólo en concepto de sueldo, por sus sacrificados servicios… les cortó el rostro a los alumnos.
Hay que ser realmente muy soberbio o muy inepto para dar esa respuesta en un acto público. Al menos les hubiera contestado que iba a analizarlo, que iba a hacer una gestión, que iba a estudiar la situación, que no depende de él tomar esa decisión, que iba a trasladar el pedido. Cualquier respuesta servía, pero no, eligió desalentar a los alumnos ninguneándolos de manera brusca.
Claro, también podría haberse interesado de verdad y ayudar a que se construya la escuela, pero seguramente eso es mucho pedir. Sólo le damos consejos de cómo podría haber zafado más elegantemente.
Pero Taro no lo hizo, y ahora su cara está en todos los medios del país, sorprendido por “El polémico ministro K que no quiere construir escuelas”, como le pusieron en uno de los títulos. Una cosa insólita, un escándalo que se armó él solito, por pura impericia. Aplaudiendo al pie del palco nunca se equivocaba así, se ve que andaba mejor en esa función.
“No podemos construir escuelas para alumnos que no existen”, les dijo a los chicos de San Pedro y va a quedar en la historia como el único ministro que rechazó una propuesta tan noble de esa forma.
Molina participó de un acto por el día de la Bandera en aquella localidad de San Pedro con estudiantes del secundario de la escuela Nº 87. Los alumnos aprovecharon la oportunidad para entregarle una nota y solicitarle a través de su intermediación la construcción de un edificio al gobernador de Catamarca Raúl Jalil para su institución educativa ya que funciona temporalmente en un establecimiento prestado.
Los alumnos que tomaron la palabra durante el acto humildemente indicaron su deseo de contar con un edificio propio: “Nosotros soñamos con tener nuestro propio establecimiento donde el día de mañana nuestros hermanos o quizás nuestros hijos puedan estudiar aquí y para que la escuela tenga su establecimiento y quizás se pueda gestionar que traigan carreras aquí. Nosotros como estudiantes nos tenemos que ir a otro lado para estudiar y a veces no nos alcanzan los recursos”.
Respuesta molinesca: “Me parece perfecto que estén unidos para lograr una meta. Pero en realidad, la densidad poblacional de la República Argentina está bajando, entonces no podemos hacer escuelas para alumnos que no existen, y que tiene que ver con nuestros deseos o nuestras fantasías”.
Dicen que los pueblos tienen las autoridades que se merecen. ¿Tan poca cosa somos?