El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) se anunció en abril, durante el momento más intenso de la cuarentena, y se empezó a pagar en mayo. En estos días todavía falta completar los últimos desembolsos del tercer pago del programa, pero la extensión en el tiempo del beneficio y la marcha constante de la inflación ya tuvieron un impacto en la capacidad de compra del bono extraordinario.
Si se mira la capacidad adquisitiva que $10.000 tenían en abril y lo que pueden comprar hoy se ve que el avance de los precios a lo largo de estos meses de pandemia-cuarentena hizo que perdiera más de $800 de poder de compra en sólo cinco meses.
La inflación de abril marcó un 1,5%, el mes siguiente repitió la cifra, antes de acelerar al 2,2% en junio. El avance del 1,9% de julio es el último dato oficial, pero según el índice que elabora Ecolatina de precios al consumidor se movió otro 2,6% en agosto. Es un acumulado de 10 puntos de inflación en el breve período de vida de la asignación extraordinaria.
Así, medido en pesos constantes, esos $10.000 que cobran en estos días los últimos beneficiarios del IFE 3 tienen un poder de compra equivalente a $9.194 de abril. Un 9% menos que cuando fue lanzado.
La cifra es un poco mejor si se la compara con el avance de alimentos y bebidas en lugar de con el nivel general de precios. Se trata de los consumos más sensibles en el nivel socioeconómico al que fue dirigido, dentro del que se asume que una porción más importante del ingreso se destina a la canasta básica alimentaria.
En ese sentido, los $ 10.000 de hoy compran el equivalente a $9.234 de abril pasado. Perdió el 7,7% de su capacidad adquisitiva en alimentos y bebidas.
La explicación a esta diferencia está en que los precios de alimentos y bebidas tuvieron aumentos moderados en el período mayo a julio. Los aumentos más importantes en ese rubro se dieron a principios de año, cuando el IFE todavía no había sido diseñado ni implementado. El resto de los bienes y servicios recuperaron terreno en los meses siguientes.