Supuestamente en Catamarca hay un Gobierno “nacional y popular”, al menos eso es lo que dijeron en campaña, cuando levantaron las banderas del peronismo y del Frente de Todos. Pero a un año y pico de gestión, el ciudadano común, el trabajador y el pueblo son convidados de piedra, simples espectadores de las andanzas de un grupo de funcionarios que viven en una burbuja con prioridades, triunfos y preocupaciones que no tienen nada que ver con la gente.
Es un Gobierno que dedicó sus mejores y más rápidos esfuerzos a acomodar una cúpula judicial que lo proteja y le responda, echando mano a las mismas tácticas que habían condenado cuando eran oposición. Un ministro del Ejecutivo de la noche a la mañana se transformó en magistrado de la Corte de Justicia, ante la vergonzosa, pasiva y sumisa mirada de una Legislatura degradada a escribanía oficial. Y que ahora completan la maniobra poniendo otro ministro del Ejecutivo, casualmente el de economía, en un sillón del Tribunal de Cuentas.
Es un Gobierno que llora, patalea y se queja por el gasto en sueldos, que grita que no hay plata y se encierra en un disfraz de austeridad, pero al mismo tiempo lanza un mentiroso y trucho “Fondo Especial de Gestión” con 100 millones libres de rendiciones de cuentas para repartir grotescos sobresueldos en su multitud de ministros, mamarracho frustrado porque salió a la luz antes de que pudieran embolsar el auto-regalo de medio millón por mes para cada uno.
Es un Gobierno que se manda una compra directa y floja de papeles, eludiendo siempre procedimientos y controles, para destinar nueve millones de dólares en un avión de lujo, y que gasta decenas de millones en un estadio inservible que costó una fortuna para derrumbarse a la media hora: que no se usa ni se va a usar.
Es un Gobierno que cada mañana toma un Agaromba y todo le ch… un huevo, porque como es temeroso de la crítica tiene bien untados y embolsados a los principales medios, cómplices de cada despilfarro a cambio de su tajada mensual.
Es un Gobierno que manejó la pandemia como un show, sacando pecho hasta que apareció el virus, y después no supo qué hacer más que culpar a la gente. Que hizo la propaganda de “levantar un hospital” usando en realidad una instalación que ya existía, y que se desbordó en tiempo record, al punto de que ya murieron pacientes en el abandonado San Juan Bautista, donde se les cocina a los pobres pacientes entre mugre y cucarachas.
Es un Gobierno angurriento que acapara todos los negocios, los alquileres, los contratos, que concentró toda la recaudación en una sola caja porque tiene la obsesión del dinero y que no pierde un segundo al día en ayudar a nadie.
Es un Gobierno de CEOs que no hacen política, que no salen a la calle, que hablan por Zoom entre ellos y se desvelan sólo por el reparto de la torta, los privilegios, los cargos y las candidaturas que vienen.
Es un Gobierno que no Gobierna, que se deformó en una Mesa de Negocios y trata a la gente como un insumo más, un insumo desechable en el que hay que ahorrar y recortar.
Es un Gobierno que cree que todo es una mercancía que se compra y se vende, incluyendo a los titiriteros de una oposición conventillera y payasesca, siempre idiota y funcional, que por migajas para un pope se entrega sin chistar.
Es un Gobierno incapaz de mirar a los chicos que andan mendigando por las calles, a los jóvenes que caen en las adicciones, incapaz de frenar la delincuencia, incapaz de hacer algo por el interior.
Es un Gobierno que no tiene equipo de trabajo, sino un clima de nido de víboras donde todos se celan, se hacen zancadillas y se la pasan hablando pestes de los demás donde se paran.
Es un Gobierno donde juran y juran y juran más y más ministros, la mayoría de los cuales no hace absolutamente nada y ocupa sillones inservibles para áreas inventadas que nadie conoce. Operadores de cuarta, charlatanes de feria, paracaidistas que llegaron trajeados sólo para cerrar pactos de apoyo interesado. Pero todos con viáticos, celulares pagos, secretaria, camioneta con chofer y vacunas a mano.
Es un Gobierno que habla de la “marca Catamarca” como si fuera una empresa más.
Es un Gobierno que metió una topadora en la histórica Casa de Gobierno: literal y simbólicamente.
Y está haciendo mucho daño, destruyendo todo para beneficio de cinco gatos locos que creen que cuando los votaron o engancharon un puesto se sacaron la lotería.
Todos lo ven, todos lo saben, todos lo callan.
Alguien tenía que decirlo.
No todos tenemos precio.