El Gobierno a mitad de camino

Pasaron dos años de los cuatro que dura el mandato de Raúl Jalil como gobernador: el Gobierno llegó a la mitad del camino, y por lo pronto puede decirse que ya no quedan ni rastros de la gestión de Lucía Corpacci. Vale recordarlo, porque en aquella campaña de 2019, que hoy parece que fue hace mil años, se prometía la continuidad de la gestión. Ni por asomo.

Corpacci prácticamente desapareció del manejo de la provincia, y sólo vuelve cuando la necesitan para recolectar votos.

La reforma constitucional sigue en el freezer, y Jalil gobernó a ritmo frenético. Como mejoras o cambios positivos en la realidad catamarqueña no puede mencionarse nada en especial. Pero varios cambios y decisiones marcaron la gestión. A saber:

* Nombró una multitud de ministros, más de 30 ya, la mayoría de los cuales son figuras decorativas, sin poder de decisión y sin demasiados fondos propios. El gabinete gigante sólo cumple una función: diluir el poder para que todos sean actores de reparto y quede claro que el manejo es casi unipersonal.

* Nació el ARCA, una agencia provincial de recaudación que en concreto reúne todo el dinero público para que se reparta desde la Gobernación. Ministros, intendentes, mascotas callejeras, poetas o zapateros aprendieron una cosa: el que quiera plata ya sabe dónde tiene que tocar timbre.

* Se armó una Corte de Justicia propia. El mandatario usó la varita mágica y convirtió a su ministro más fiel en juez de la Corte provincial, además de estirar a siete los miembros del máximo tribunal (¿se puede decir tribunal si son más de tres?). Hacete amigo del juez, decía el Viejo Vizcacha. El Ejecutivo ya tiene un palenque dónde  rascarse.

* Metió al ministro de Hacienda en el Tribunal de Cuentas. Círculo cerrado, todos los que controlan y juzgan son amigos. Otra que el yoga para vivir en paz.

* Compró un superavión de 9 millones de dólares por compra directa y sin licitación. Si hay miseria que no se note y de paso no hay que hacer incómodas colas de espera en ningún aeropuerto. Se puede llevar a amigos y recorrer el país. AH, no, perdón, es un “avión sanitario”.

* En marcha el arreglo del estadio: todo se resolvió amigablemente con el antiguo representante de la empresa que lo hizo mal. Hablando se entiende la gente. Las familias Capdevilla y Jalil tuvieron sociedades comerciales en común ,  el representante técnico de Capdevilla es ahora ministro ( Niederle), qué puede salir mal.

* Tiene la Legislatura en el bolsillo: los legisladores no llegan a escribanía, porque los escribanos al menos exigen algunos papeles. Ahí le aprueban todo sin chistar.

* Domina la minería: con varios millones rumbo a Catamarca, puso a su hermano como presidente de YMAD y a su ministra como Secretaria de Minería de la Nación. Todo pan comido y bajo control.

* En el acuerdo de Ipizca cerró con Oscar Castillo todas las condiciones para gobernar tranquilo, esto para vos, esto para mí, y todos amigos. O a lo mejor no, fue sólo a almorzar, vaya a saber. Algunos radicales se colaron en el gobierno y todos contentos.

* Maneja la prensa tranquilo: puso un ministro que le dio todo al medio favorito y saltó al Congreso en agradecimiento. Pauta asegurada de por vida y los demás que miren y aplaudan.

* Llegó su amigo Juan Manzur a Casa Rosada y ahora el gobernador tiene las llaves de Capital Federal: consigue lo que quiere.

* Despareció la Casa de Gobierno: después de casi 150 años metió una topadora y dejó vacías las oficinas. Se mudó al medio de un parque donde no pueden entrar ni las hormigas porque las frenan en la puerta. Jugada maestra.

* Cada tanto tira una bombita para que hable la gilada, como una reforma estatal que les pone los pelos de punta a miles de empleados públicos y después no pasa nada, pero con eso los entretiene varias semanas.

* No más audiencias en su despacho con gente molesta. Si quieren hablar, que vayan. Atiende a cinco o seis a la vez y hay que decirle todo tipo telegrama porque no hay tiempo para charlas.

* Se demolió la Manzana del Turismo, chau proyectos millonarios. ¡Querían protestar? A discutir a otro lado: el lugar ya no existe.

 

Raúl Jalil es como un torbellino que va arrasando con todo y no se guarda los ases: juega siempre con las 40 cartas del mazo en la mano. Hizo lo que quiso desde que asumió y la propia clase política tarda en reaccionar porque no le puede seguir el ritmo ni para contestarle.

La Provincia es otra. ¿Mejor o peor? Cada uno sabrá. Para él, seguro que mejor. La está moldeando a su gusto.

 

¿Qué nos espera para los dos años que faltan? Imposible saberlo. La única certeza es que la intención de lograr la reelección ya asoma en el horizonte.

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