Se repitió el último miércoles la payasada institucional de inventar un feriado para agradecer un “milagro” establecido por ley, caso único en el universo en el que un cuerpo legislativo republicano decreta milagros, pero acá viene bien para chuparle las medias al Obispado, y al Obispado le viene bien para seguir engordando su billetera con dinero público, fiel a su costumbre de predicar riquezas espirituales y servirse de las materiales.
Con ese poder tan selectivo como la memoria, se afirma que en el sismo de 2004 no hubo muertos por el “manto protector de la Virgen del Valle”, afirmación que tiene el mismo respaldo científico que decir que hoy no hubo un eclipse porque se guardaron tres naranjas en el freezer.
Ese singular poder protector de la Virgen no evitó que desbarrancara un colectivo con peregrinos en el Totoral, ni que muriera una mujer en la mismísima Catedral porque se cayó un vitral dañado por el sismo. Es decir, son ojos que ven lo que les conviene ver, para seguir engañando y usando a la gente.
Es lo que hace la misma Iglesia que, en pleno aislamiento, salía a pasear la imagen de la Virgen en camioneta haciendo creer que espantaba el coronavirus. Y por muy triste que parezca, la gente lo creía, y decía que en Catamarca no había infectados por la famosa protección divina. Claro, ahora que hay casi cerca de mil muertos y decenas de miles de infectados, el verso se esfumó, y entonces se vuelve con el sismo.
La caradurez es tal que en plena homilía, el obispo Luis Urbanc informó lo siguiente: la Virgen no sólo actuó cual ART en el sismo, sino que hizo una posventa y siguió trabajado después.
“También Ella fue intercediendo para que, en medio de las interminables réplicas, la incertidumbre, el miedo y la aflicción fuera superada paulatinamente”, dijo textualmente el obispo, ya con un nivel de impunidad que hace poner colorado a Bacchiani.
Mientras tanto, fista va fiesta viene, sigue prendido como garrapata del Estado y tragando millones que son de todos los catamarqueños, haciendo ventas multimillonarias de terrenos (al Estado, obvio), escondiendo curas denunciados por abuso, haciéndose reparar templos, haciéndose pagar impuestos, servicios, fiestas, etc.
Un engaño glorificado ante la complicidad de un Estado miedoso que se acomoda servilmente al servicio de los timadores. Total el dinero que regalan no es suyo.