El dólar dejó atrás su calma y empezó a moverse con fuerza en el arranque de julio. En apenas diez días, el tipo de cambio oficial subió $100 y cerró el viernes en $1.260, con una suba del 8% en el período. Sin embargo, el dato más relevante del mercado cambiario no fue ese, sino el incremento del tipo de cambio real multilateral, que subió 17% desde la implementación del sistema de flotación administrada.
Ese avance resulta clave, ya que los economistas señalaban hasta hace poco un atraso cambiario cercano al 20%, lo que sugiere que gran parte del ajuste ya se habría realizado. Lo más llamativo es que este salto del tipo de cambio real no generó, por ahora, un rebrote inflacionario significativo.
En junio, según estimaciones privadas, la inflación mensual habría sido del 2%, pero sin una relación directa con el movimiento del dólar. Además, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que publicó el Banco Central, se espera que la inflación se mantenga entre 1,5% y 1,7% mensual al menos hasta fin de año.
Demanda firme y señales del mercado
Ni siquiera la fuerte liquidación del agro —entre USD 350 y 500 millones diarios— alcanzó para equilibrar la balanza cambiaria. La demanda de dólares continúa firme, con niveles de compra para atesoramiento que alcanzaron los USD 2.000 millones en mayo, y se vieron potenciados por el cobro del medio aguinaldo el mes pasado.
A esto se sumó un movimiento clave del JP Morgan, que desarmó su posición en bonos en pesos a fines de junio, dando por finalizada su estrategia de carry trade ante el bajo rendimiento de tasas frente al riesgo cambiario. El gesto del banco de inversión marcó una señal para otros actores del mercado, que también comenzaron a desarmar carteras, aunque el volumen total de bonos en manos extranjeras no supera los USD 2.500 millones, muy por debajo de los USD 30.000 millones que había en 2018 antes de la crisis cambiaria del macrismo.
Brasil ayuda
Otro factor que explica el avance del tipo de cambio real sin grandes saltos nominales es la apreciación de las monedas de socios comerciales, especialmente el real brasileño, que se recuperó de 6 a 5,40 por dólar desde principios de año. Este fortalecimiento regional actúa como un refuerzo a la competitividad argentina, mejorando el tipo de cambio real sin necesidad de una gran devaluación local.
Esto tiene efectos concretos: los precios en Argentina ya no son tan altos para los turistas brasileños, y Brasil ya no resulta tan “barato” para los argentinos durante las vacaciones de invierno.
¿Por qué no hay traslado a precios?
La ausencia de un fuerte pass-through (traslado a precios), al menos por ahora, abre un debate. Una de las razones podría ser el consumo deprimido, que limita la capacidad de las empresas de remarcar. Otra explicación posible es la mayor apertura de importaciones, que introduce competencia y desalienta aumentos abruptos.
Aunque el proceso está en curso y puede haber rezagos, por ahora la economía argentina vive un fenómeno poco habitual: el tipo de cambio real sube, pero los precios no reaccionan con la misma intensidad. Un alivio temporal en un contexto de volatilidad estructural.